jueves, 29 de enero de 2015

RECUERDOS VACACIONALES



Hace unos días contemplando la iluminación en una de las varias casas solariegas de nuestro pueblo, me vino a la memoria, cuando hace ya muchos años, recalaban a estas casas grandes, con jardines recogidos, y muy cuidados, protegidos por muros de piedra rodeando la finca, y a la que daba acceso una gran portalada elegantemente rematada por dos bolas de granito a cada lado de dicho portón, con su correspondiente cruz –también de piedra en el medio,- aquellas reuniones familiares, cuando en las vacaciones veraniegas, los dueños de éstas casas palaciegas, o tal vez sería más propio decir (sobre todo en nuestra provincia), Casonas Montañesas. Estas familias las habitaban por aquel tiempo durante los tres meses del verano, además de las vacaciones de Semana Santa, y alguna que otra vez en fechas festivas. Estas familias encontraban en estas casonas del pueblo una paz, y un relax, que muchas veces las preocupaciones de su trabajo, y la vida tan estresante de las grandes capitales, no les permitía tener. Por que, podíamos pensar que la vida de estos señores estará llena de lujos, y aunque tal vez sea así, estas personas seguramente también tendrán la responsabilidad, de que de su trabajo, y su buena gestión, dependen muchos trabajadores que de esta forma pueden sacan adelante a sus familias. Esto que algunas veces todos podemos pensar, que son unos “señoritingos” a los que todo se les ha dado hecho, es muchas veces muy injusto, pues seguro que para tener ese cargo y esa responsabilidad tiene que haber detrás muchas horas de preparación y estudio, por todo ello no seré yo quien juzgue la vida de estos señores, (habrá de todo), prefiero quedarme con los recuerdos amables de un tiempo, en el que éstas familias llegaban al pueblo y ponían en marcha unas casonas que durante otro mucho tiempo del año permanecían cerradas.

Unas casas y unas familias que daban a nuestros pueblos mucha vida y mucha actividad. Siempre digo que con los temas que trato en mis relatos, cada uno puede situarse en su propio entorno, pues, haber que pueblo, pequeño o mas grande de nuestra provincia, no tiene sus propias familias de veraneantes. Familias de las cuales sus antepasados tenían en éstos pueblos sus raíces, que seguramente tendrían un buen patrimonio, que les permitiría que sus hijos y nietos tuviesen las oportunidades de estudiar en buenos colegios, y que acabadas sus carreras, esos conocimientos les servirían para conservar, y acrecentar los negocios familiares. Y estas familias eran las que año tras año recalaban en nuestro pueblo, llenándolo de gente y actividad.

Hoy que las diferencias entre los que vienen de fuera y los habitantes del pueblo son mínimas, yo recuerdo de mis años de niñez que cuando éstos señores llegaban a sus casonas lo hacían con sus hijos, sus nietos, sus doncellas, las “nanis” de los mas pequeños… y recuerdo lo embobados que nos quedábamos los críos del pueblo, al contemplar aquél ir y venir, descargando equipajes, mientras atisbábamos por el entreabierto portón, cómo aquellos niños correteaban por el jardín. También recuerdo cómo pasados unos pocos días, estos mismos niños confraternizaban con nosotros, y nos invitaban a jugar con ellos en esos mismos jardines, nosotros, los niños del pueblo, al principio con bastante retraimiento, con mucha timidez, la cual perdíamos en cuanto echábamos unas carreras por entre los setos de aquel estupendo jardín, los críos somos críos sean cuales sean las diferencias familiares, y lo cierto es que entre nosotros con nuestros juegos, diferencia no había ninguna.

Además los padres de estos niños eran gente muy amable con nosotros, les gustaba vernos jugar con sus hijos, las muchachas del servicio nos acompañaban algunas veces en nuestros juegos, y la verdad es que pasados los años solo buenos recuerdos conservo de éstas familias, de sus hijos, y de aquellos juegos infantiles.
Se comprende éste buen entendimiento, sabiendo que ya nuestros padres, y los de éstos niños jugaban también juntos en sus años de niñez. Por supuesto los del pueblo, salvo pocas excepciones, aquí formaron su vida, las de sus compañeros de juegos veraniegos tomaron otro rumbo en las ciudades lejanas.  Después pasarían los años juveniles, en los que el contacto seria escaso, y pasados unos años, unos y otros volverían a verse reflejados en  los mismos juegos que, sus hijos, y los hijos de sus amigos de la niñez, con los que tanto disfrutaron, hacían lo mismo que ellos habían hecho de pequeños. Así esta rueda seguiría girando año tras año durante varias décadas.
En realidad eran familias a las que en el pueblo siempre se les consideró como a unos vecinos más.  Unos vecinos con un alto nivel de vida,   que en unas épocas determinadas del año, acudían al pueblo a las casas de sus antepasados, y que en este tiempo sabían convivir con las gentes, con nosotros, participando en muchas ocasiones en nuestros festejos y celebraciones, y colaborando económicamente con unas ayudas que eran muy de agradecer, y recordando en muchas ocasiones, que en éste pueblo habían pasado todos ellos  unos de los mejores años de sus vida 
 Durante esos meses veraniegos, las muchachas empleadas de éstos señores que tenían a su servicio, también se integraban con los jóvenes del pueblo, de los que en muy poco tiempo se hacían grandes amigas, ellas claro ésta tenían sus horarios de trabajo, pero también había ratos para el entretenimiento, sobre todo por las tardes, cuando acudían a buscar agua a la fuente, situada en la plaza del pueblo, lugar de reunión de todo el mundo. Allí, junto a sus nuevas amigas se encontraban la mar de a gusto, éstas las animaban a que el domingo por la tarde, una vez acabadas las faenas en la casa, acudiesen al baile del salón del “Pasiego”, y así, en muy poco tiempo, fueron encontrando entre la gente mas joven, la mejor forma de pasarse un verano estupendo entre estas nuevas amistades.
Lo cierto es que cuando las vacaciones tocaban a su fin, y era llegado el tiempo de regresar junto  con sus señores, a sus obligaciones en la capital, sentían una gran pena. El pesar no era solamente por lo muy a gusto que se habían encontrado entre la juventud del pueblo, alguna también se marchaba con la incertidumbre de dejar alguna ilusión con algún muchacho de la zona, ilusión que se había fraguado entre alguna fiesta, bailes de los domingos, y cortejos en las reuniones en la plaza al atardecer. Unas cartas durante una temporada, el intercambio de algunas fotografías, y la nostalgia de lo vivido durante el largo verano, daba paso con los meses, a un olvido, en el que, la larga distancia era la peor barrera, pues unas veces por que ellas encontraban otras nuevas amistades, otros nuevos compromisos, y otras por que los pretendientes que

aquí dejaron, también les ocurría lo mismo, ninguna de éstas relaciones prosperó en el tiempo. Con la llegada de otro verano, otras nuevas muchachas recalarían en el pueblo junto a sus señores, y nuevamente otros lazos de amistad  se irían sucediendo.
 También la gente del pueblo sentía su marcha, al fin y al cabo para nosotros eran lo que hoy serían nuestros turistas. Lo cierto es que en nuestros pueblos el verano de hace años solo significaba trabajo para los que aquí vivíamos,  hoy las pocas familias que todavía  faenan el campo, lo hacen con una moderna maquinaría que lo facilita enormemente, no así hace muchos años cuando los trabajos en los meses veraniegos no daban tregua en las familias ganaderas,-que eran la mayoría entonces -, sin embargo la gente del pueblo, la gente mas joven sobre todo, buscaba la forma de tener algún rato de entretenimiento, éstos ratos de asueto lo eran casi como algo programado, y eran también las únicas distracciones que podían permitirse la chavalería durante la semana, el encuentro en la fuente a donde acudían mas por

estar acompañadas, que por la necesidad de llevar el agua a su casa, esto, o algún paseo al caer la tarde-noche. Y es en este ambiente juvenil, donde estas muchachas que recalan en nuestro pueblo año tras año, como empleadas de éstos señores del veraneo,  encuentran un acogimiento, que hacia que se sintiesen como unas mas de la juventud del pueblo,
Por unas cosas o por otras, tanto los que se marchaban, como los que nos quedábamos aquí, sentíamos durante un tiempo el vacío que nos quedaba, los críos por que perdíamos a unos compañeros de juegos, los señores por tener que regresar a la rutina de su trabajo, las muchachas, por que ya una vez integradas entre nosotros, (ellas que la mayoría, también eran de algún pueblo,) perdían algo que se parecía mucho a lo que eran sus raíces, y por supuesto la gente del pueblo también sentía su partida, pues como he dicho a la mayoría de estas familias se las conocía de pasar entre nosotros, temporada tras temporada, de toda la vida.


Hoy los tiempos son otros, los hijos y nietos de éstos señores de hace tantos años, seguramente no se podrían permitir pasarse tres meses de vacaciones, y aunque así fuese, hace muchos años que ese tiempo vacacional lo reparten por otros muchos lugares, las casonas montañesas que tienen en los pueblos, son habitadas unos pocos fines de semanas al año, aquellas pizpiretas muchachas que venían acompañando a estos señores y sus familias, hoy sería muy difícil que las pudiesen encontrar, y no soy nadie para saber si siquiera se lo podrían permitir, hoy las personas empleadas en éstos servicios tienen unos derechos y unos horarios, que junto a los seguros obligatorios, no están al alcance de muchas economías, sea por esto, o por cualquier otra causa, aquel tiempo pasó, y pasó para todos, por que ahora tampoco queda mucha gente joven en los pueblos, sobre todo diariamente, algo mas los fines de semana, pero tampoco con estos se puede contar, la mayoría de esta gente joven, ya vienen con su tiempo programado, a veces son grupos que tienen organizadas salidas por los alrededores, y que en las casas de sus padres es donde menos tiempo pasan. Por todo ello como cuento en muchos de mis relatos, son los recuerdos de un tiempo pasado, pero que como tantas otras cosas de la vida, a mí me gusta que quede constancia de ese tiempo, al fin y al cabo como siempre digo todo forma parte de la vida de nuestros pueblos, fue un tiempo que tubo su encanto, seguramente al leer mi relato, muchas de las muchachas que lo vivieron, recordarán aquellas tardes, cuando siendo muy jóvenes, salían de sus casas con los calderos para el agua colgados del brazo, sintiendo en ese momento una libertad, que pocas veces durante el resto del día podían disfrutar, y seguramente también en sus recuerdos estarán aquellas jóvenes, que llegaban  con sus señores, en los meses veraniegos, y que en muy poco tiempo se encontraron aquí la mar de contentas.
Podemos pensar que ellas allá donde la vida las ha llevado, también alguna vez recordarán este pequeño pueblo donde siendo muy jóvenes pasaron junto a sus señores unas vacaciones muy entrañables.
Estos recuerdos, como tantos otros, se acabarán perdiendo, por eso yo agradezco a las personas que me dicen que una vez leídos estos artículos, les gusta guardarlos,  como el  repaso a un tiempo que les gusta recordar.


GRACIAS A TODOS

MARI PÉREZ, DE CELIS

NOTA ACLARATORIA.

En mi anterior artículo sobre el parque y la tala de sus árboles, y las posteriores controversias que se han suscitado, me gustaría que el lector leyese muy atentamente, lo que en el describo, y es la pena que he sentido, por la tala indiscriminada de unos árboles que en nada hacían daño a nadie, muy al contrario, en poco tiempo, mucha gente ha de sentir la falta de ellos. En dicho reportaje ( en el que creo no ofender a nadie,) simplemente daba mi queja- en la que estoy en todo mi derecho- de un acto que hace muchos años se podía haber evitado, como es una poda controlada, algo que sigo pidiendo que se realice. No se el costo que supondría esta  poda controlada -  pero siempre será mucho mas barata que el enfrentamiento de unos vecinos contra otros,  todos sabemos a lo que nos han llevado siempre estos enfrentamientos, y en nuestros dirigentes está, el que se puedan evitar, para mi  lo mas triste, es ver  desaparecer unos árboles que como he dicho en mi anterior artículo, nos dan mas beneficios que los que nos puedan quitar.
Es, mi primera contestación, a todas las opiniones que se han dado, pues lo mismo que yo estoy en mi derecho, los demás también lo están de darlas, nos gusten o no nos gusten, lo que creo firmemente, es que deberíamos estar  todos a favor de la poda- que hace mucha falta – y nunca a su destrucción.
Por lo demás invito a los amigos lectores, a los que agradezco me sigan en mi blog, que se fijen un poco mas en los demás artículos, que humildemente creo que son muy interesantes, y no tanto en las cuestiones que puedan suscitar polémicas.


Un saludo.

MARI PÉREZ, DE CELIS

2 comentarios:

  1. Mari,el que yo haya estado en desacuerdo con algún asunto y comentarios de un artículo de tu blog ,tengo que decirte que valoro mucho todo el esfuerzo y entusiasmo con que tu escribes sobre tantas cosas de nuestro pueblo de Celis.A los mayores nos gusta recordar las vivencias que nos relatas( acompañadas de fotografías muy bonitas),y a los más jovenes,les gustará conocer como era la vida en este pueblo en épocas pasadas.
    Muy bonito lo que haces.Yo, y creo que mucha gente ,te lo agradecemos un montón y te animamos a que sigas haciéndolo.Creo que tienes muchas cosas que contar aún.,
    Muy interesante el artículo de los veraneantes antiguos del pueblo. Relatas en él algo que siempre me llamó mucho la atención en la época en la que lo vivimos muchos de nosotros.
    Mari,leeré con mucho gusto lo que escribes.Y me alegro con ello.
    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias Pepita, te agradezco mucho tu comentario, sabes que siempre te he tenido a ti y a toda tu familia un gran aprecio.

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