
Unas casas y unas familias que daban a nuestros pueblos mucha vida y mucha actividad. Siempre digo que con los temas que trato en mis relatos, cada uno puede situarse en su propio entorno, pues, haber que pueblo, pequeño o mas grande de nuestra provincia, no tiene sus propias familias de veraneantes. Familias de las cuales sus antepasados tenían en éstos pueblos sus raíces, que seguramente tendrían un buen patrimonio, que les permitiría que sus hijos y nietos tuviesen las oportunidades de estudiar en buenos colegios, y que acabadas sus carreras, esos conocimientos les servirían para conservar, y acrecentar los negocios familiares. Y estas familias eran las que año tras año recalaban en nuestro pueblo, llenándolo de gente y actividad.
Hoy que las diferencias entre los que vienen de fuera y los habitantes del pueblo son mínimas, yo recuerdo de mis años de niñez que cuando éstos señores llegaban a sus casonas lo hacían con sus hijos, sus nietos, sus doncellas, las “nanis” de los mas pequeños… y recuerdo lo embobados que nos quedábamos los críos del pueblo, al contemplar aquél ir y venir, descargando equipajes, mientras atisbábamos por el entreabierto portón, cómo aquellos niños correteaban por el jardín. También recuerdo cómo pasados unos pocos días, estos mismos niños confraternizaban con nosotros, y nos invitaban a jugar con ellos en esos mismos jardines, nosotros, los niños del pueblo, al principio con bastante retraimiento, con mucha timidez, la cual perdíamos en cuanto echábamos unas carreras por entre los setos de aquel estupendo jardín, los críos somos críos sean cuales sean las diferencias familiares, y lo cierto es que entre nosotros con nuestros juegos, diferencia no había ninguna.
Además los padres de estos niños eran gente muy amable con nosotros, les gustaba vernos jugar con sus hijos, las muchachas del servicio nos acompañaban algunas veces en nuestros juegos, y la verdad es que pasados los años solo buenos recuerdos conservo de éstas familias, de sus hijos, y de aquellos juegos infantiles.
Se comprende éste buen entendimiento,
sabiendo que ya nuestros padres, y los de éstos niños jugaban también juntos en
sus años de niñez. Por supuesto los del pueblo, salvo pocas excepciones, aquí
formaron su vida, las de sus compañeros de juegos veraniegos tomaron otro rumbo
en las ciudades lejanas. Después
pasarían los años juveniles, en los que el contacto seria escaso, y pasados
unos años, unos y otros volverían a verse reflejados en los mismos juegos que, sus hijos, y los hijos
de sus amigos de la niñez, con los que tanto disfrutaron, hacían lo mismo que
ellos habían hecho de pequeños. Así esta rueda seguiría girando año tras año
durante varias décadas.


Lo cierto es que cuando las vacaciones
tocaban a su fin, y era llegado el tiempo de regresar junto con sus señores, a sus obligaciones en la
capital, sentían una gran pena. El pesar no era solamente por lo muy a gusto
que se habían encontrado entre la juventud del pueblo, alguna también se
marchaba con la incertidumbre de dejar alguna ilusión con algún muchacho de la
zona, ilusión que se había fraguado entre alguna fiesta, bailes de los
domingos, y cortejos en las reuniones en la plaza al atardecer. Unas cartas
durante una temporada, el intercambio de algunas fotografías, y la nostalgia de
lo vivido durante el largo verano, daba paso con los meses, a un olvido, en el
que, la larga distancia era la peor barrera, pues unas veces por que ellas
encontraban otras nuevas amistades, otros nuevos compromisos, y otras por que
los pretendientes que

aquí dejaron, también les ocurría lo mismo, ninguna de éstas relaciones prosperó en el tiempo. Con la llegada de otro verano, otras nuevas muchachas recalarían en el pueblo junto a sus señores, y nuevamente otros lazos de amistad se irían sucediendo.

aquí dejaron, también les ocurría lo mismo, ninguna de éstas relaciones prosperó en el tiempo. Con la llegada de otro verano, otras nuevas muchachas recalarían en el pueblo junto a sus señores, y nuevamente otros lazos de amistad se irían sucediendo.
También la gente del pueblo sentía su marcha,
al fin y al cabo para nosotros eran lo que hoy serían nuestros turistas. Lo
cierto es que en nuestros pueblos el verano de hace años solo significaba
trabajo para los que aquí vivíamos, hoy
las pocas familias que todavía faenan el
campo, lo hacen con una moderna maquinaría que lo facilita enormemente, no así hace
muchos años cuando los trabajos en los meses veraniegos no daban tregua en las
familias ganaderas,-que eran la mayoría entonces -, sin embargo la gente del
pueblo, la gente mas joven sobre todo, buscaba la forma de tener algún rato de
entretenimiento, éstos ratos de asueto lo eran casi como algo programado, y
eran también las únicas distracciones que podían permitirse la chavalería
durante la semana, el encuentro en la fuente a donde acudían mas por
estar acompañadas, que por la necesidad de llevar el agua a su casa, esto, o algún paseo al caer la tarde-noche. Y es en este ambiente juvenil, donde estas muchachas que recalan en nuestro pueblo año tras año, como empleadas de éstos señores del veraneo, encuentran un acogimiento, que hacia que se sintiesen como unas mas de la juventud del pueblo,
estar acompañadas, que por la necesidad de llevar el agua a su casa, esto, o algún paseo al caer la tarde-noche. Y es en este ambiente juvenil, donde estas muchachas que recalan en nuestro pueblo año tras año, como empleadas de éstos señores del veraneo, encuentran un acogimiento, que hacia que se sintiesen como unas mas de la juventud del pueblo,

Hoy los tiempos son otros, los hijos y nietos
de éstos señores de hace tantos años, seguramente no se podrían permitir pasarse
tres meses de vacaciones, y aunque así fuese, hace muchos años que ese tiempo
vacacional lo reparten por otros muchos lugares, las casonas montañesas que
tienen en los pueblos, son habitadas unos pocos fines de semanas al año,
aquellas pizpiretas muchachas que venían acompañando a estos señores y sus
familias, hoy sería muy difícil que las pudiesen encontrar, y no soy nadie para
saber si siquiera se lo podrían permitir, hoy las personas empleadas en éstos
servicios tienen unos derechos y unos horarios, que junto a los seguros
obligatorios, no están al alcance de muchas economías, sea por esto, o por
cualquier otra causa, aquel tiempo pasó, y pasó para todos, por que ahora
tampoco queda mucha gente joven en los pueblos, sobre todo diariamente, algo
mas los fines de semana, pero tampoco con estos se puede contar, la mayoría de
esta gente joven, ya vienen con su tiempo programado, a veces son grupos que
tienen organizadas salidas por los alrededores, y que en las casas de sus padres
es donde menos tiempo pasan. Por todo ello como cuento en muchos de mis
relatos, son los recuerdos de un tiempo pasado, pero que como tantas otras
cosas de la vida, a mí me gusta que quede constancia de ese tiempo, al fin y al
cabo como siempre digo todo forma parte de la vida de nuestros pueblos, fue un
tiempo que tubo su encanto, seguramente al leer mi relato, muchas de las
muchachas que lo vivieron, recordarán aquellas tardes, cuando siendo muy
jóvenes, salían de sus casas con los calderos para el agua colgados del brazo,
sintiendo en ese momento una libertad, que pocas veces durante el resto del día
podían disfrutar, y seguramente también en sus recuerdos estarán aquellas
jóvenes, que llegaban con sus señores,
en los meses veraniegos, y que en muy poco tiempo se encontraron aquí la mar de
contentas.
Podemos pensar que ellas allá donde la vida
las ha llevado, también alguna vez recordarán este pequeño pueblo donde siendo
muy jóvenes pasaron junto a sus señores unas vacaciones muy entrañables.
Estos
recuerdos, como tantos otros, se acabarán perdiendo, por eso yo agradezco a las
personas que me dicen que una vez leídos estos artículos, les gusta guardarlos, como el repaso a un tiempo que les gusta recordar.
MARI PÉREZ, DE CELIS
NOTA ACLARATORIA.
En mi anterior artículo sobre el
parque y la tala de sus árboles, y las posteriores controversias que se han
suscitado, me gustaría que el lector leyese muy atentamente, lo que en el
describo, y es la pena que he sentido, por la tala indiscriminada de unos
árboles que en nada hacían daño a nadie, muy al contrario, en poco tiempo,
mucha gente ha de sentir la falta de ellos. En dicho reportaje ( en el que creo
no ofender a nadie,) simplemente daba mi queja- en la que estoy en todo mi
derecho- de un acto que hace muchos años se podía haber evitado, como es una
poda controlada, algo que sigo pidiendo que se realice. No se el costo que
supondría esta poda controlada - pero siempre será mucho mas barata que el
enfrentamiento de unos vecinos contra otros,
todos sabemos a lo que nos han llevado siempre estos enfrentamientos, y
en nuestros dirigentes está, el que se puedan evitar, para mi lo mas triste, es ver desaparecer unos árboles que como he dicho en
mi anterior artículo, nos dan mas beneficios que los que nos puedan quitar.
Es, mi primera contestación, a todas las
opiniones que se han dado, pues lo mismo que yo estoy en mi derecho, los demás
también lo están de darlas, nos gusten o no nos gusten, lo que creo firmemente,
es que deberíamos estar todos a favor de
la poda- que hace mucha falta – y nunca a su destrucción.
Por lo demás invito a los amigos lectores, a
los que agradezco me sigan en mi blog, que se fijen un poco mas en los demás
artículos, que humildemente creo que son muy interesantes, y no tanto en las
cuestiones que puedan suscitar polémicas.
Un saludo.
MARI PÉREZ, DE CELIS