Hola amigos:
Hoy me quiero tomar la licencia de poner un poco de cambio
en mis relatos, ( mas que nada de mi valle) para hablaros de otro valle, pero
este en una de las zonas mas altas de nuestra provincia. Un lugar mágico en el valle de Polaciones, Un lugar donde las grandes rapaces, tales como
el Águila, el Buitre, el Halcón, el
Cernícalo, el Gavilán el Azor… Aves míticas de las mas altas cumbres de
nuestras montañas, que reinan en sus cielos como dueñas indiscutibles de los grandes espacios. En las altas brañas
de los puertos de Sejos, las montañas están mucho mas cercanas, el aire es puro
y frío, y las antiguas cañadas ( hoy unas buenas pistas ) nos acerca a ese
puerto con mucha mayor comodidad.
El nombre de Sejos es
algo que no nos suena extraño a las gentes cuyas familias fueron en su día
ganaderas. Eran estos los lejanos
lugares donde, desde hace muchos años,
las familias ganaderas trasladaban sus cabañas de vacas tudáncas allá por los
alrededores de la fiesta de S. Antonio,
para que pasasen el verano alimentándose de sus ricos pastos. Normalmente se
trasladaban desde los diferentes pueblos
ganaderos de la provincia, en jornadas que podían ser mas o menos largas
y costosas, dependiendo de la distancia que existiese desde dichos pueblos hasta
su destino final en los altos puertos.
Las cabañas, podían ser mas o menos
importantes dependiendo del poder
adquisitivo de sus dueños. Pero grandes o pequeñas, el paso de estas cabañas, por los diferentes
pueblos de la ruta, arreadas junto con sus crías, por sus dueños, y también por
los vaqueros que voluntariamente los acompañaban, siempre eran un espectáculo digno de admirar.
Su regreso a los pueblos de sus dueños, también fue, y sigue
siendo un espectáculo, cuando cercanas las fechas a la feria de San Miguel,
regresan, contentas y lucidas después del tranquilo verano en los altos
puertos. La “ Pasá de Carmona” es uno de
sus mejores paseíllos de lucimiento.
Hoy esta misma ruta se sigue recorriendo, pero ya creo que
los ganaderos, que todavía resisten con sus cabañas de tudancas en los pueblos, aunque siguen llevando sus
vacas a los diferentes puertos de montaña que las alimenta, ya no suelen
recorrer andando esas largas y agotadoras distancias. Hoy por esos caminos y buenas
pistas, son acompañadas por sus dueños,
los cuales lo hacen en cómodos
todoterrenos para poder turnarse en su camino, sin que resulte demasiado
costoso dicho recorrido, e incluso el propio traslado de estas cabañas es mucho
mas cómodo en camiones que, aunque no fuese su llegada hasta el propio puerto,
si dejaría el ganado con una cercanía mucho mayor hasta su destino.
No soy
demasiado experta en estos menesteres, pues lo cierto es que, aunque en el
pasado, en la casa de mis abuelos, el llevar las vacas a los puertos era algo
que se hacía cada año, tengo que reconocer que nunca acompañé a mi familia en
estos traslados, algo que los chavales de mi generación podían hacer algunas
veces acompañando a los mayores de su familia, y esto no era raro que también
podían hacerlo tanto los críos como las crías.
Después de este recorrido con algo de historia de lo que fue
hace años el paso a estos altísimos lugares, quiero contaros mi impresión de lo
que fue visitar hace unos días, por primera vez en mi vida el puerto de
Sejos. Ese día la decisión de hacer un recorrido por
los puertos de Sejos, surgió por la idea de ver de cerca los antiquísimos
Mehires existentes en aquellas alturas, y que según los historiadores que
descubrieron su existencia, de les calcula una antigüedad de mas de dos mil
años antes de nuestra Era.
Si lo cierto es que la contemplación de estas grandes
piedras, tumbadas en un espacio relativamente pequeño, no fue algo que me
llamase mucho la atención, si lo hicieron los enormes bloques de rocas
diseminadas por aquellas brañas, en las que parecían colocadas por alguna
gigantesca mano de algún gigantesco Dios.
Sus formas graníticas, completamente
fosilizadas, nos recordaron cómo hubo un tiempo en la más lejana prehistoria,
en que nuestras cumbres más altas estuvieron cubiertas por las aguas, y de
aquel desnivel ocurrido también en un siguiente tiempo de esa misma prehistoria,
aquellos fondos marinos dejaron al
descubierto, las maravillas de estas altísimas cumbres, junto con las rocas
inmensas que fueron surgiendo de esas profundidades.
La naturaleza desde luego
es algo que jamás dejara de sorprendernos, lo único que necesitamos es parar
nuestros pasos y contemplarla.
Con ser todo lo
relatado, algo que bien mereciese una buena caminata, desde donde dejamos el
coche hasta lo alto del puerto ( cómo ya he comentado, estas pistas con ser muy
cómodas, no son en todo su recorrido aptas para un coche normal,- si lo son
para los todoterrenos-) algo que nos
llamó la atención, fueron las muchísimas cabañas de los invernales que poblaron
desde tiempos inmemoriales los cuestas de esas cumbres. Unas cabañas y unos
prados que nos dan idea de lo mucho que se pobló, y se trabajó en esas altas
praerias.
Sin embargo también es cierto que son muy escasas, las que creo que se trabajan en la actualidad. El
imparable envejecimiento de la población ganadera, unido a que ya, a la gente
mas joven no les motiva un trabajo, en el que las horas no se cuentan, pues
todas son pocas para sacar adelante el patrimonio, que en muchos casos es mas
la ilusión por conservar algo de lo que siempre vivió la familia, que de los
beneficios que este trabajo pudiera reportar económicamente, han propiciado el
constante abandono de lo relacionado con el campo, y sobre todo, de los
terrenos mas alejados de esos núcleos rurales.
No obstante, y para ser justos, si es cierto que están
surgiendo con cada vez mas asiduidad, las grandes naves que con las nuevas
tecnologías se construyen en muy poco espacio de tiempo, las cuales ya están
dotadas de todas las comodidades y adelantos que los nuevos tiempos ganaderos
imponen, y que con su funcionalidad, espacio, higiene, y demás ventajas, tanto
para el ganado, como para el ganadero, no deja de ser importante este nuevo
resurgimiento, al que se está acogiendo sobre todo la gente mas joven a la que,
al fin y al cabo, le gusta vivir del campo, pero sobre todo le gusta vivir en
los pueblos.
También es cierto que las nuevas razas de vacas que se crian hoy
en la mayoría de esas naves, son mas para el consumo de su carne, que como por
tener unas cabañas del mas puro lucimiento autóctono, como es el ganado
tudanco.
Nunca esas naves por muy
necesarias y sin duda útiles, que sean
en estos nuevos tiempos, le podrán dar a nuestros montes y montañas, a nuestros
paisajes sembrados de cabañas en los invernales de nuestros antepasados, la
gracia y la autenticidad que siempre han tenido esas cuadras de las altas
praerias, eso hasta el mas ciego lo puede ver, pero con eso y todo, bienvenidas
sean esas funcionales superficies, si con ellas nuestro mundo rural sigue
viviendo. Las modas pueden cambiar, pero el campo siempre será el mismo.
Entre estas viejas cabañas, que actualmente algunas se están recuperando como lugares de
esparcimiento, del abandono y la ruina, se encuentra uno de los enclaves más bonitos que uno se pueda imaginar en
estos lugares de alta montaña. Se trata de una cabaña reparada con un gusto
extraordinario, situado en uno de los caminos muy cercano al puerto de Sejos.
Hoy Rosa y Lolo, una pareja, que junto con sus
hijas, un día, hace de ello unos veinte años, en los asiduos viajes que tanto
les gustaba hacer por ese puerto, decidieron dar un giro a su vida y les surgió
la idea de comprar una de aquellas cabañas, si esto podía ser posible.
A los dos les gustaba la vida en contacto con
la naturaleza, aunque esta naturaleza supusiese alejarse de lo que había sido
su vida hasta entonces. Para ello
dieron con una cabaña donde idearon otra forma de vivir, pero con la que se
sentían plenamente identificados.
De esta forma, y salvados todos los obstáculos inevitables,
para que este vuelco de vida, fuese algo real, desde hace cuatro años, y con
las oportunos permisos, decidieron ponerse manos a la obra “ aquí hemos
colaborado todos” nos dice Rosa, “tanto en las obras de acondicionamiento de la
vivienda, como en cualquiera de las demás necesidades domésticas que están
surgiendo en el día a día”.
Y esto
cierto es, según pudimos comprobar durante el recorrido que, muy amablemente,
tanto Rosa, como su marido Lolo, nos mostraron. Ellos dos, junto con sus hijas,
Carlota, y Claudia, que aunque, la una por sus estudios y la otra por su
trabajo, no viven en la cabaña, (aunque acuden a ella siempre que pueden) si han colaborado en aquello que puntualmente,
se fuese necesitando. Y no cabe duda de que toda ayuda fue muy necesaria.
Hoy a esta preciosa cabaña han querido darle una mejor
utilidad, y para este fin la han acondicionado como una acogedora casa rural,
como un eventual refugio que lo mismo se puede alquilar para unas vacaciones,
como para fines de semana, o simplemente, organizar una comida familiar o de
amigos, aunque para una mejor información, lo mejor es contactar con esta
familia, en los teléfonos disponibles en su página de internet, entrando en”
ECO- ALBERGUE DE MONTAÑA EN CANTABRIA”
Su nombre, “ El cobijo del valle”.
Seguro que no quedaran
defraudados.
En este albergue, además de naturaleza pura, encontrarán su
huerta con productos sanos y variados, un gran prado para el esparcimiento de
los mas pequeños, donde dos preciosos perros de lo mas cariñosos harán, junto
con las gallinas, y dos encantadores burritos, las delicias de los mas pequeños, y a los mayores les librará de cualquier
estrés que puedan llevar acumulado.
La cocina acogedora como el resto de la casa- cabaña, es del
mas puro sabor casero. Hecha en cocina
“económica” como las de toda la vida, y con leña de retama de los muchísimos “
“tarmaos” que les regalan los cercanos montes cuando los vientos rompen sus
cañas.
Una acogedora chimenea, en un también acogedor salón, les proporcionará
el mejor de los relax. Toda la
decoración esta compuesta con lo mas aprovechable que había en la antigua
cabaña, así como lo ideado por el buen gusto de Rosa, y la habilidad que como
carpintero de oficio, le ha dado Lolo.
Solo me queda mostrarles las bonitas fotos que sacamos de
este encantador albergue, tanto de su
interior, como del lugar de su ubicación.
Y todo ello, así como este reportaje, que les dedico a sus dueños, por
la gran amabilidad en mostrárnoslo, dándonos también muchos detalles
explicativos de sus comienzos.
Las zonas
rurales necesitan ser promocionadas y conocidas, de ello dependen las economías
de muchas familias, y el mantenimiento vivo de nuestros pueblos, nunca
desearemos masificaciones innecesarias , pero tampoco queremos el olvido para
ellos.
Un
saludo de Mary Perez. De Celis
─ Guapu relatu, sí señora. Eres única.
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