sábado, 6 de junio de 2015

UN DRAMA CON FINAL FELIZ



 HOLA AMIGOS.
             
Desde hace un tiempo, me mantengo en contacto por mensajes de facebook con una persona a la que no conozco, pero con la que he llegado a tener una buena relación de amistad a través de este medio. Persona a la que mucha otra gente, y también por medio de los mensajes que con el nos intercambiamos, ha llegado a ser uno mas entre nosotros.  Se trata de Paulino Diez Cos. Paulino es de Celucos, pueblo al que quiere y reivindica siempre que tiene ocasión. Hace un tiempo por medio de esta comunicación tan asidua que tenemos, me mandó un correo electrónico, para hacerme participe de primera mano, de un caso que sucedió hace ya muchos años, y que movilizó a un pueblo durante casi dos días.
Cuando este caso sucedió, yo era una cría y nunca se me olvidará el gran revuelo que se ocasionó por este motivo, ni la angustia que se palpaba en la gente, ante la desaparición de un niño muy pequeño, al comprobar cómo pasaban las horas, cómo se echaba la noche encima y el pequeño no daba señales de vida.
hoy al cabo de mas de cincuenta años, de aquel suceso, se la podría recordar como la noche de las linternas encendidas,- bueno de las linternas , de los faroles, de las "carburanas"- de todo aquello que fuese factible de dar luz en una noche larga y angustiosa.
Seguramente que a mucha gente que lo vivieron, cuando lean este relato, todo se les vendrá a la memoria, por eso paso a relatarles lo que Paulino vivió en esas lagas horas, como uno de los principales partícipes en la búsqueda del muchacho, y que con su buena memoria, y a pesar de los años pasados lo relate con la misma claridad con que lo vivió.          
                  RELATO  DE PAULINO.
                                                       "TOÑÍN"
Serian las siete de la tarde del doce de Junio de 1956, cuando Teresa la "Portilla", con la voz sensiblemente nerviosa, y trastornada, llamó desde la "Collauca el Chiflu" a Celucos, diciendo que se habia perdido Toñín.
Toñín, era un niño de unos siete u ocho años, de Avilés, que pasaba las vacaciones en casa de unas tías, (Milagros y Teresa) que tenía en Celucos. Le gustaba ir al monte con sus primos, Ito, y Lete, que conocían bien el terreno. Lete era mas o menos de su edad, Ito era algo mayor. Ese día habían subido a "Horzales", con su tía Teresa, que iba a limpiar unos prados, y los críos se fueron hacia la "Rozá" en busca de unas vacas.  Los primos de Toñín- que como ya he dicho- conocían bien el terreno, se escondían entre la maleza, y las peñas, para asustarle - cosa de críos- , pero una de las veces que se escondieron, cuando salieron del escondite, Toñín había desaparecido.
Lo buscaron por todos los sitios, pero fue inútil, no lo encontraron. Esta es la historia que ellos contaron, pero puede que hubiese alguna pequeña variación.
Mientras los primos buscaban a Toñín, fueron a avisar a su tía, vino ésta y lo buscó también, y llamó al pueblo, es probable que hubieran pasado tres horas, lo que quiere decir, que el niño se perdió entre las cuatro y las cinco de la tarde. En el mes de Junio, desde las cinco de la tarde, hasta que se hace de noche, hay un buen rato de día, si el niño hubiese caminado en cualquier en cualquier dirección, habría llegado a cualquier pueblo de la zona, antes de hacerse de noche.
Nada mas oír a Teresa llamar, Indalecio Gutiérrez Barrial, y yo, nos pusimos en marcha en busca de Toñín. En aquellas fechas los dos estábamos en buenas condiciones físicas, y en escasos veinte minutos, a través de "LLamuseru" y la Gargantuca, superamos la "Collauca el "Chiflu, y nos unimos a Teresa en el "Cuetu la Pila", y comenzamos la búsqueda. Teresa la "Portilla", era una mujer decidida y enérgica, pero en ésta ocasión estaba completamente abatida. Comenzamos dando vueltas en la zona en que nos decían que había desaparecido, pero al no encontrar nada, fuimos alejándonos del lugar,  desorientados y sin tener ni idea de que dirección seguir. Antes de anochecer, nos acercamos al "Collau Venera", y llamamos a Obeso, alguien nos oyó y preguntamos si habían visto a un crío que se había perdido,  como era de esperar, nos contestaron que no. El segundo grupo de personas, que se pusieron en marcha detrás de nosotros, fueron tres mujeres, Higinia Pérez (tía de Toñín),  Ángeles Rubín, y Rafaela Sainz, maestra de Celucos, una castiza y simpática campurriana, que hoy se encuentra en la Argentina, con sus hijas y sus nietos.
Rápidamente se fue poniendo en marcha todo el pueblo, y todo el que se encontraba en condiciones físicas, estaba en el monte buscando a Toñín.
Algunos vecinos de Celis, al ver tantas luces en el monte, comprendieron que algo raro pasaba, y también acudieron en nuestra ayuda. Unos por un lado y otros por otro, estuvimos toda la noche buscando por el monte.
 Hacia las cuatro de la mañana, cansados tristes y abatidos, nos reunimos todos en el invernal de "La Joya". Allí  cada uno exponíamos nuestras teorías, pero casi todos pensábamos que en cuanto amaneciera, en poco tiempo encontraríamos al crío desnucado entre las muchas rocas del entorno,-  pero no fue así-.
Pasó el tiempo, dimos vueltas y vueltas, y el crío no aparecía. Hacia las nueve de la mañana bajamos al pueblo a desayunar, la mayoría no habíamos cenado la noche anterior, y hacia las diez de la mañana, ya acompañados de todos los vecinos del Concejo,-incluso Puente Nansa y demás pueblos limítrofes-, donde ya había llegado la noticia, emprendimos un verdadero peinado del monte.  Ya éramos centenares de personas, y avanzábamos separados unos diez o quince metros unos de otros.
Habíamos acordado, que en el caso de encontrarlo, el que lo encontrase, disparase un par de cohetes, para avisar al resto de los buscadores, pero el día avanzaba, y no sonaban los esperados cohetes. Como la búsqueda no daba ningún resultado, comenzó a tomar cuerpo la sospecha de que el niño hubiese caído al canal de Saltos del Nansa, aunque este se encontraba muy lejos del lugar donde había desaparecido el niño. El Alcalde, Ramón Abascal, pidió a Saltos del Nansa, que cortasen el agua del canal y vaciasen la cámara de carga. No era cosa sencilla la maniobra, pues era el vaciar catorce k.m de canal, y revisar los últimos tramos donde podía haber caído, tramos que a su vez discurrían por algunos túneles, y  asegurarse de que no quedase nadie de los que buscasen al niño dentro del canal, una vez que volviese a soltarse el agua. Todo esto entrañaba un riesgo grave. No obstante había que probar. Se había acordado que hacia las tres y media, o cuatro de la tarde, cortarían el agua. Como la búsqueda por todos sitios, no había dado resultado, ya casi se daba por seguro que tenía que haber caído al canal.
Fue casualidad que me juntase a Ramonín Abascal, ( el Alcalde), y el Comandante de la Guardia Civil de Puente Nansa, y los tres bajamos por "Brincias" y por Trespeña, hacia la cámara de carga, a esperar a que cortasen el agua. Cuando pasábamos a la altura del "Prau Portilla", oímos los dos cohetes del lado del "Escajizo, que como ya he apuntado, era la contraseña que habíamos acordado, para avisar que había aparecido.
De momento, sentimos cierto alivio, pero ya nadie descartábamos una tragedia. Nos dirigimos hacia Celucos, como vulgarmente se dice, con el corazón en un puño ¡pues esperábamos lo peor,!. Pero no fue así, apareció Toñín tan pinpante, y tan fresco como si no hubiese pasado nada. Además lo encontró una señora que ni siquiera lo buscaba. Una señora que iba a buscar el pan a Puente Nansa, le encontró en el "Escajizo". Vió a un niño un poco mas abajo de la carretera, y le preguntó, que hacia por allí, y el le contestó, que se había perdido, y así terminó la aventura mas grande de la vida de Toñín, y una de las mas importantes de todos los que participamos en ella.
Desde el sitio donde se perdió Toñín hasta donde apareció, se puede recorrer en menos de media hora. Eso si, el terreno es el mas peligroso e intransitable que podamos imaginar. Cruzó el canal de Saltos del Nansa, indudablemente por donde este transcurre por el túnel, pues no se puede atravesar si no es por un puente, o por encima de un túnel. Cruzó el río Nansa, que, aunque no llevaba mucha agua en aquella ocasión, en la mayoría de los sitios es un obstáculo, practicamente insuperable, y estuvo casi 24 horas desaparecido.
Yo no recuerdo bien, pero me parece que me marche a los pocos días de Celucos, pues no tengo ningún recuerdo mas después de haber participado en la búsqueda de Toñín.
Alos dos años, mas o menos, vine a vivir a Avilés, y un día que había quedado con mi mujer, en el primer supermercado que hubo en Aviles, al buscarla dentro del establecimiento, me encontré con un niño que me dijo,-Paulino, coja una cesta-, era obligatório cojer una a la entrada, ¡¡Era Toñín!!. Después el se marchó de Avilés y estuve bastante tiempo sin tener contacto con el, aunque si con su madre a la que conocía de toda la vida.
Después nosotros nos vinimos a vivir al lado de la casa de su madre, y la relación se intensificó, y volvimos a vernos con cierta frecuencia.  A mi me hubiese gustado charlar con el de aquella aventura, pero su madre me dijo, que no le gustaba recordarla, y yo respeté siempre su silencio.
Pero hoy me entraron ganas de contar esta batallita, y la cuento tal como la recuerdo.
                              FINAL DEL RELATO DE PAULINO.
        
Yo pongo el colofón a esta historia, que también conservo en la memoria,-aunque desde luego no la viviera-, tenia yo por aquel tiempo, la misma edad que el niño protagonista. Cuando Paulino me mando el recopilatorio de aquellos recuerdos, yo, (sin haberla leído) le dije a Paulino que me recordaba de aquel episodio, es mas, le comenté que, como cosas de la época, se había formado un revuelo aquella noche de lo mas dramático, Paulino me contestó, que no era cualquier cosa el que un niño se perdiese durante tantas horas, y mas durante una noche completa, siendo en este caso un niño bastante pequeño, y desconocedor del terreno.  ¡¡Pues tenias toda la razón!! por que una vez leído detenidamente, antes de publicarlo, este episodio, yo, que tengo ahora un nieto, de poca mas edad que Toñín entonces, me encuentro en esa misma situación y creo que me muero de angustia. De todos modos, bien está lo que bien acaba, y también recuerdo oírle decir a mi abuela Luisa, que los críos siempre teníamos velando por nosotros un Ángel de la Guarda, me reafirmo en que mi abuela tenía toda la razón, como en tantas cosas que me enseñó y que no he olvidado.
                                     MARI PÉREZ.  DE CELIS.                                       

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