En las numerosas veces que al
cabo del día consulto los diccionarios que siempre tengo al alcance de mi mano,
no son pocas las ocasiones en las que me detengo en las interesantes historias,
biografías, anécdotas, datos, fechas, nombres… tantas y tantas palabras que en
sus páginas componen la interpretación de el saber, el modo de conocer lo mucho
que la cultura nos ofrece.
Y fue leyendo, casualmente una
historia de conquista, en la época en que nuestros antepasados, allá por un
tiempo de descubrimientos, en el que un Genovés hizo, sin siquiera saberlo, a
esta España nuestra, rica y poderosa en el mundo, lo que me ha movido a hacer
este relato. Un relato que no va a hablar de las muchas riquezas que los
conquistadores de aquellos territorios, que Colón puso en ese camino
consiguieron, sino de aquellos otros que pasada la estela de los doblones de
oro, que a veces los expolios de esos conquistadores se trajeron para nuestra
tierra, fueron muchos años después a la conquista de una tierra, que si ya no
podía dar las riquezas del oro de la plata, de las perlas, o de cualquiera de
los muchos, yacimientos que estas riquezas atrajeron, en una población
hambrienta y empobrecida por guerras que desangraban nuestro Continente,
todavía podía ofrecer miles de km. de tierras muy ricas para ser cultivadas,
llanuras interminables, junglas impenetrables, bosques de maderas riquísimas,
miles de km. de ríos que se comunicaban con otros ríos, y estos a su vez con
lagos inmensos, que corrían hacia
cataratas que encogieron el alma de sus descubridores, tanto por su belleza
como por el vértigo que daba el contemplar aquellas masas de aguas desbocándose
con furia, y con un ruido ensordecedor hacia su precipicio.
Pues bien, de esos emigrantes,
que marcharon para dejar atrás un lugar que, pocas o ninguna expectativa de
vida, mas allá de su pequeño terruño, les podía ofrecer, que metieron sus
escasas pertenencias en una maleta de cartón y ayudados por alguna lejana
referencia, de algún lejano pariente o vecino, quien alguna vez muy de tarde en
tarde habría recalado en el pueblo, emprendieron ellos también la aventura de
poder conquistar aquello que en su pequeño mundo formaba parte de unos sueños
que muy en el fondo no creían que se pudiesen cumplir, fueron estos “Los otros
indianos”.
Seguramente en su cabeza no
entraría que podían volver muy ricos, tal vez para ellos su meta mas importante
de momento, era conseguir un trabajo, ahorrar un dinero privándose de muchas
cosas, y pasados unos años volver a su tierra, a su pueblo, a la pequeña aldea
que siempre tenían en su pensamiento, y con los ahorros conseguidos, hacerse
una casa, comprar unas fincas, tal vez montar un pequeño negocio, con el que
vivir desahogadamente.
Cierto es que en nuestros pueblos
la mayoría conocemos a algunos de estos
emigrantes que marcharon de su pueblo como se dice vulgarmente, con una
mano delante y otra detrás, y fuese por tesón y trabajo, fuese por esos golpes
de suerte que a veces la vida da, sea por estar en el sitio justo en el momento
oportuno, consiguieron cumplir su meta, y con los años, volvían a su pueblo
luciendo ostentosamente las ganancias adquiridas. Pero para estos pocos privilegiados, que
consiguieron unas importantes fortunas, fueron muchos mas los miles que
llegaron a aquellas tierras de promisión, a
las que solo consiguieron sacarle lo justo para poder vivir, sin muchas
estrecheces, con una vida en la que
seguramente no faltaría lo mas necesario, pero una vida en la que la mayoría,
sabia que nunca tendrían el dinero necesario para volver a su tierra y poder vivir de sus
ganancias.
Hoy, en muchas casas se conservan
viejos álbumes, con fotos que los años han amarilleado dándole ese color sepia,
característico de las fotografías viejas.¡¡Cuantas veces siendo niños, hemos
preguntado a nuestros padres al contemplar esas fotos!! ¿Quienes son esas personas?- Nunca las
conocimos, nunca las vimos reír o llorar, nunca oímos su voz, en los pueblos no
había teléfonos, por ello nunca les escuchamos una conversación, ¡¡ Que lejos nos quedaban las
actuales modernas tecnologías, que ahora nos ponen el mundo al alcance de la
mano, fueron unas vidas solo de recuerdos en la distancia, y en la que esta
misma distancia muchas veces también acababa con el recuerdo.
De aquellos países tan lejanos
llegaban, eso si, algunas cartas, eran cartas que al ser contestadas siempre se
les preguntaba lo mismo, ¡¡Cuando vais a venir a hacernos una visita!! La
respuesta seguramente sería dolorosa, pues a nadie le gusta reconocer que,
después de tantos años de ausencia, a la familia no le podían decir que nunca
había dinero suficiente para emprender el retorno, ellos después de todo, tenían el orgullo suficiente de demostrarle a
su gente que allá la vida no era mala, y también para recordarles que su
familia también podía ir a visitarles. Desde luego la familia del pueblo no
tenía ningún reparo en decirles, que ellos si que no tenían ese dinero para emprender tan largo viaje, claro que
éstos al contrario que aquellos, no habían marchado como ellos a hacer las
Américas.
Fue una pariente de una de éstas
familias de emigrantes, a la que un día escuché relatarnos, en una de esas
conversaciones que a veces surgen, cómo en su familia, siempre se notó la falta
de aquellos parientes que nunca mas regresaron. Nos contaba esta buena amiga,
cómo pasados los años un hermano suyo, que había estado de joven navegando, un
día el barco recaló en un puerto bastante cercano al lugar en el que vivían
unos de estos parientes. Por cartas las dos familias estaban periódicamente en
contacto, por ello se les había comunicado le fecha aproximada en que dicho
barco tocaría puerto. Ante la alegría de estos familiares por poder conocer a
uno de sus parientes del pueblo, hicieron las pesquisas necesarias para poder
estar allí el día que el barco atracase, y así poder abrazar al único pariente
que les sería dado conocer después de tantos años, (este muchacho era hijo de
uno de los hermanos que dichos parientes tenían en el pueblo) y aunque joven
era unos años mayor, que en la edad en que su tío había marchado del pueblo,
por eso es de comprender la emoción que estos sentirían esperando conocerlo.
Cuando el muchacho después de una travesía que podía durar meses, recaló otra
vez en España, y pudo volver a casa,- nos sigue contando su hermana,- el tema
de conversación en su casa dio para mucho tiempo. El recibimiento por parte de
aquellos parientes, (su tío se había casado y tenía su propia familia) fue de
lo mas entrañable, y durante los pocos días que pudo disfrutar de permiso, las
atenciones fueron constantes, las preguntas no daban tregua, querían saberlo
todo de la familia del pueblo, de sus vecinos de los mil y un detalles que
conservaban en su memoria, al muchacho le parecía imposible que después de
tantos años recordasen tantas cosas. Desde luego no hay como estar lejos de las
cosas importantes para darle su justo valor. Estos parientes animaron a mi
hermano,- nos sigue contando esta amiga,- para que nuestros padres nos dejasen
ir, a mi y a el, a vivir en aquel país, desde luego las fotos que este trajo de
nuestra familia era una gran tentación, eran unas fotos de una casa muy bonita,
con un coche aparcado delante de ella, algo que aquí todavía para muchos era
algo impensable, todos ellos sentados en un bonito jardín, con sus caras llenas
de sonriente satisfacción, en fin una verdadera tentación para nosotros, -dos
hermanos que compartíamos casa con otros muchos hermanos mas,- y para los que
una vida llena de trabajos, compartido con el resto de la familia, en nuestro
pueblo, del que en muy contadas ocasiones yo había salido, fue algo que para mi
era como un sueño, mi hermano, que ya había andado mucho mas mundo que yo, no
le puso tampoco ningún reparo a la idea de marchar a aquellas tierras.
Fueron muchos días de darle
vueltas a una situación en la que unos estaban a favor y otros no lo veían tan
claro, por lo pronto la situación en las familias en este tiempo ya no era tan
incierta como cuando estos emigrantes marcharon de su pueblo, los tiempos
estaban cambiando, varios de estos hermanos ya tenían una vida de trabajo
autónomo que permitía un desahogo mejor de la familia otros se empezaban a
colocar en otros trabajos, que también fueron mejorando su nivel de vida, por
todo ello la decisión de marchar a un destino que era bastante incierto no dejó
de tenerse en cuenta, al final el que mi padre,- sigue contándonos esta
persona,- nos hiciese ver que, por muy bien que parecían vivir nuestros
parientes, lo cierto era que con todo lo que añoraban su tierra, nunca habían
podido volver a verla, lo que al buen entender de lo razonado por mi padre, -de
cuya sensatez no teníamos ninguna duda el resto de la familia,- se impuso el
criterio que hoy, pasados muchos años de
este episodio de nuestras vidas, no hemos tenido ninguno de los dos el menor
motivo de arrepentimiento. Fue algo que pudo ser y no fue, y de lo que después
de tanto tiempo, comprobamos que el destino nos dio en nuestra tierra lo que
nunca hemos echado en falta en aquella otra,
lo que si he recordado muchas veces, es lo que dijo mi padre. ¡Ellos no
volvieron!
Hoy los tiempos son otros,
nuestro viejo mundo, y el llamado nuevo, se comunican con mucha mas facilidad,
la gente que sale a buscarse la vida fuera, es proporcional, o mucho menor, de
la que viene a buscársela entre nosotros, todo se ha globalizado enormemente, y
la mayoría tiene bastante constancia de los retos que tiene por delante.
Lo que desde luego es seguro, es
que a la mayoría de los que se tienen que buscar la vida en aquellas naciones y en otras, lo más importante para
todos, sería encontrarla en su propia tierra.
¡¡Claro que siempre
nos quedarán los aventureros!!
Dedicado a los que
quisieron volver y nunca pudieron.
Hola Mari Pérez, No me he podido resistir a leer tu relato "Los otros indianos" y en primer lugar tengo que confesar que me ha encantado tu forma clara y sencilla de relatar la historia q
ResponderEliminar(continúo) que has relatado, pues de alguna forma yo he sentido que la estaba viviendo por las circunstancias de mi particular vida, pues se sale de lo normal, aunque yo sí que he vuelto muchas veces a la tierra que me vió nacer y aunque he viajado por casi todo el mundo por cuestiones de mi trabajo en la Base Naval de Rota durante 43 años, siempre he sentido muy de cerca a la familia tanto por parte de madre como por parte de padre. Una cosa sí es cierta y es que el terruño, sus gentes, costumbres, cantes en casa de Francisco (Quico para los amigos), o en casa de Jandro para acceder a la Herrería y enfilar el camino hacia Celucos muchas veces a oscuras y sin un candil o una linterna, siempre con unos cuantos amigos, eso querida y respetada amiga Mari Tere, eso no se puede olvidar. Cierto es que aquellos que marcharon en busca de una mejor vida solo algunos volvieron a sus pueblos, pero me atrevo a decir a la mayoría encontraron una forma de vida mejor y prosperaron , se casaron en el país que les dio cobijo y se quedaron allí para siempre, pero no me cabe duda que seguro añoraban su terruño, sus paisanos, sus parientes y a su país de origen. Bien Mari Tere, me ha encantado tu relato y espero leerte más en el futura. Te sugiero empieces a reunir tus escrito y publicarlos bajo un título como pueda ser "Recuerdos de mi tierra". Un respetuoso hasta luego con un fraternal abrazo de tu amigo Leopoldo (Poldin) Diego Sánchez desde este preciso punto de la Bahía de Cádiz que se llama Rota.
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