sábado, 11 de mayo de 2019

UN VIAJE AL PUERTO DE SEJOS


Hola amigos:


Hoy me quiero tomar la licencia de poner un poco de cambio en mis relatos, ( mas que nada de mi valle) para hablaros de otro valle, pero este en una de las zonas mas altas de nuestra provincia.  Un lugar mágico en el valle de Polaciones,  Un lugar donde las grandes rapaces, tales como el Águila, el Buitre,  el Halcón, el Cernícalo, el Gavilán el Azor… Aves míticas de las mas altas cumbres de nuestras montañas, que reinan en sus cielos como dueñas indiscutibles  de los grandes espacios. En las altas brañas de los puertos de Sejos, las montañas están mucho mas cercanas, el aire es puro y frío, y las antiguas cañadas ( hoy unas buenas pistas ) nos acerca a ese puerto con mucha mayor comodidad.


 El nombre de Sejos es algo que no nos suena extraño a las gentes cuyas familias fueron en su día ganaderas.  Eran estos los lejanos lugares donde,  desde hace muchos años, las familias ganaderas trasladaban sus cabañas de vacas tudáncas allá por los alrededores  de la fiesta de S. Antonio, para que pasasen el verano alimentándose de sus ricos pastos. Normalmente se trasladaban desde los diferentes pueblos  ganaderos de la provincia, en jornadas que podían ser mas o menos largas y costosas, dependiendo de la distancia que existiese desde dichos pueblos hasta su destino final en los altos puertos.

   Las cabañas, podían ser mas o menos importantes  dependiendo del poder adquisitivo  de sus dueños.  Pero grandes o pequeñas,  el paso de estas cabañas, por los diferentes pueblos de la ruta, arreadas junto con sus crías, por sus dueños, y también por los vaqueros que voluntariamente los acompañaban,  siempre eran un espectáculo digno de admirar.

Su regreso a los pueblos de sus dueños, también fue, y sigue siendo un espectáculo, cuando cercanas las fechas a la feria de San Miguel, regresan, contentas y lucidas después del tranquilo verano en los altos puertos.  La “ Pasá de Carmona” es uno de sus mejores paseíllos de lucimiento.   

Hoy esta misma ruta se sigue recorriendo, pero ya creo que los ganaderos, que todavía resisten con sus cabañas de tudancas  en los pueblos, aunque siguen llevando sus vacas a los diferentes puertos de montaña que las alimenta, ya no suelen recorrer andando esas largas y agotadoras distancias. Hoy por esos caminos y buenas pistas, son acompañadas  por sus dueños, los cuales lo hacen en cómodos  todoterrenos para poder turnarse en su camino, sin que resulte demasiado costoso dicho recorrido, e incluso el propio traslado de estas cabañas es mucho mas cómodo en camiones que, aunque no fuese su llegada hasta el propio puerto, si dejaría el ganado con una cercanía mucho mayor hasta su destino. 

No soy demasiado experta en estos menesteres, pues lo cierto es que, aunque en el pasado, en la casa de mis abuelos, el llevar las vacas a los puertos era algo que se hacía cada año, tengo que reconocer que nunca acompañé a mi familia en estos traslados, algo que los chavales de mi generación podían hacer algunas veces acompañando a los mayores de su familia, y esto no era raro que también podían hacerlo tanto los críos como las crías.

Después de este recorrido con algo de historia de lo que fue hace años el paso a estos altísimos lugares, quiero contaros mi impresión de lo que fue visitar hace unos días, por primera vez en mi vida el puerto de Sejos.   Ese día la decisión de hacer un recorrido por los puertos de Sejos, surgió por la idea de ver de cerca los antiquísimos Mehires existentes en aquellas alturas, y que según los historiadores que descubrieron su existencia, de les calcula una antigüedad de mas de dos mil años antes de nuestra Era.

Si lo cierto es que la contemplación de estas grandes piedras, tumbadas en un espacio relativamente pequeño, no fue algo que me llamase mucho la atención, si lo hicieron los enormes bloques de rocas diseminadas por aquellas brañas, en las que parecían colocadas por alguna gigantesca mano de algún gigantesco Dios.

 Sus formas graníticas, completamente fosilizadas, nos recordaron cómo hubo un tiempo en la más lejana prehistoria, en que nuestras cumbres más altas estuvieron cubiertas por las aguas, y de aquel desnivel ocurrido también en un siguiente tiempo de esa misma prehistoria,  aquellos fondos marinos dejaron al descubierto, las maravillas de estas altísimas cumbres, junto con las rocas inmensas que fueron surgiendo de esas profundidades.

 La naturaleza desde luego es algo que jamás dejara de sorprendernos, lo único que necesitamos es parar nuestros pasos y contemplarla.
 Con ser todo lo relatado, algo que bien mereciese una buena caminata, desde donde dejamos el coche hasta lo alto del puerto ( cómo ya he comentado, estas pistas con ser muy cómodas, no son en todo su recorrido aptas para un coche normal,- si lo son para los todoterrenos-)  algo que nos llamó la atención, fueron las muchísimas cabañas de los invernales que poblaron desde tiempos inmemoriales los cuestas de esas cumbres. Unas cabañas y unos prados que nos dan idea de lo mucho que se pobló, y se trabajó en esas altas praerias.

Sin embargo también es cierto que son muy escasas, las que  creo que se trabajan en la actualidad. El imparable envejecimiento de la población ganadera, unido a que ya, a la gente mas joven no les motiva un trabajo, en el que las horas no se cuentan, pues todas son pocas para sacar adelante el patrimonio, que en muchos casos es mas la ilusión por conservar algo de lo que siempre vivió la familia, que de los beneficios que este trabajo pudiera reportar económicamente, han propiciado el constante abandono de lo relacionado con el campo, y sobre todo, de los terrenos mas alejados de esos núcleos rurales.

No obstante, y para ser justos, si es cierto que están surgiendo con cada vez mas asiduidad, las grandes naves que con las nuevas tecnologías se construyen en muy poco espacio de tiempo, las cuales ya están dotadas de todas las comodidades y adelantos que los nuevos tiempos ganaderos imponen, y que con su funcionalidad, espacio, higiene, y demás ventajas, tanto para el ganado, como para el ganadero, no deja de ser importante este nuevo resurgimiento, al que se está acogiendo sobre todo la gente mas joven a la que, al fin y al cabo, le gusta vivir del campo, pero sobre todo le gusta vivir en los pueblos.

 También es cierto que las nuevas razas de vacas que se crian hoy en la mayoría de esas naves, son mas para el consumo de su carne, que como por tener unas cabañas del mas puro lucimiento autóctono, como es el ganado tudanco. 

 Nunca esas naves por muy necesarias  y sin duda útiles, que sean en estos nuevos tiempos, le podrán dar a nuestros montes y montañas, a nuestros paisajes sembrados de cabañas en los invernales de nuestros antepasados, la gracia y la autenticidad que siempre han tenido esas cuadras de las altas praerias, eso hasta el mas ciego lo puede ver, pero con eso y todo, bienvenidas sean esas funcionales superficies, si con ellas nuestro mundo rural sigue viviendo. Las modas pueden cambiar, pero el campo siempre será el mismo.

Entre estas viejas cabañas, que actualmente algunas  se están recuperando como lugares de esparcimiento, del abandono y la ruina, se encuentra uno de los enclaves  más bonitos que uno se pueda imaginar en estos lugares de alta montaña. Se trata de una cabaña reparada con un gusto extraordinario, situado en uno de los caminos  muy cercano al puerto de Sejos. 

 Hoy Rosa y Lolo, una pareja, que junto con sus hijas, un día, hace de ello unos veinte años, en los asiduos viajes que tanto les gustaba hacer por ese puerto, decidieron dar un giro a su vida y les surgió la idea de comprar una de aquellas cabañas, si esto podía ser posible.

   A los dos les gustaba la vida en contacto con la naturaleza, aunque esta naturaleza supusiese alejarse de lo que había sido su vida hasta entonces.   Para ello dieron con una cabaña donde idearon otra forma de vivir, pero con la que se sentían plenamente identificados.

De esta forma, y salvados todos los obstáculos inevitables, para que este vuelco de vida, fuese algo real, desde hace cuatro años, y con las oportunos permisos, decidieron ponerse manos a la obra “ aquí hemos colaborado todos” nos dice Rosa, “tanto en las obras de acondicionamiento de la vivienda, como en cualquiera de las demás necesidades domésticas que están surgiendo en el día a día”. 

Y esto cierto es, según pudimos comprobar durante el recorrido que, muy amablemente, tanto Rosa, como su marido Lolo, nos mostraron. Ellos dos, junto con sus hijas, Carlota, y Claudia, que aunque, la una por sus estudios y la otra por su trabajo, no viven en la cabaña, (aunque acuden a ella siempre que pueden)  si han colaborado en aquello que puntualmente, se fuese necesitando. Y no cabe duda de que toda ayuda fue muy necesaria.

Hoy a esta preciosa cabaña han querido darle una mejor utilidad, y para este fin la han acondicionado como una acogedora casa rural, como un eventual refugio que lo mismo se puede alquilar para unas vacaciones, como para fines de semana, o simplemente, organizar una comida familiar o de amigos, aunque para una mejor información, lo mejor es contactar con esta familia, en los teléfonos disponibles en su página de internet, entrando en” ECO- ALBERGUE DE MONTAÑA EN CANTABRIA”  Su nombre, “ El cobijo del valle”. 

 Seguro que no quedaran defraudados.
En este albergue, además de naturaleza pura, encontrarán su huerta con productos sanos y variados, un gran prado para el esparcimiento de los mas pequeños, donde dos preciosos perros de lo mas cariñosos harán, junto con las gallinas, y dos encantadores burritos, las delicias  de los mas pequeños,  y a los mayores les librará de cualquier estrés que puedan  llevar acumulado.

La cocina acogedora como el resto de la casa- cabaña, es del mas puro sabor casero.  Hecha en cocina “económica” como las de toda la vida, y con leña de retama de los muchísimos “ “tarmaos” que les regalan los cercanos montes cuando los vientos rompen sus cañas.



 Una acogedora chimenea, en un también acogedor salón, les proporcionará el mejor de los relax.  Toda la decoración esta compuesta con lo mas aprovechable que había en la antigua cabaña, así como lo ideado por el buen gusto de Rosa, y la habilidad que como carpintero de oficio, le ha dado Lolo.
Solo me queda mostrarles las bonitas fotos que sacamos de este encantador albergue,  tanto de su interior, como del lugar de su ubicación. 

Y todo ello, así como este reportaje, que les dedico a sus dueños, por la gran amabilidad en mostrárnoslo, dándonos también muchos detalles explicativos de sus comienzos. 

Las zonas rurales necesitan ser promocionadas y conocidas, de ello dependen las economías de muchas familias, y el mantenimiento vivo de nuestros pueblos, nunca desearemos masificaciones innecesarias , pero tampoco queremos el olvido para ellos.
                

  Un saludo de Mary Perez.  De Celis