miércoles, 26 de noviembre de 2014

LOS OTROS INDIANOS

En las numerosas veces que al cabo del día consulto los diccionarios que siempre tengo al alcance de mi mano, no son pocas las ocasiones en las que me detengo en las interesantes historias, biografías, anécdotas, datos, fechas, nombres… tantas y tantas palabras que en sus páginas componen la interpretación de el saber, el modo de conocer lo mucho que la cultura nos ofrece.
Y fue leyendo, casualmente una historia de conquista, en la época en que nuestros antepasados, allá por un tiempo de descubrimientos, en el que un Genovés hizo, sin siquiera saberlo, a esta España nuestra, rica y poderosa en el mundo, lo que me ha movido a hacer este relato. Un relato que no va a hablar de las muchas riquezas que los conquistadores de aquellos territorios, que Colón puso en ese camino consiguieron, sino de aquellos otros que pasada la estela de los doblones de oro, que a veces los expolios de esos conquistadores se trajeron para nuestra tierra, fueron muchos años después a la conquista de una tierra, que si ya no podía dar las riquezas del oro de la plata, de las perlas, o de cualquiera de los muchos, yacimientos que estas riquezas atrajeron, en una población hambrienta y empobrecida por guerras que desangraban nuestro Continente, todavía podía ofrecer miles de km. de tierras muy ricas para ser cultivadas, llanuras interminables, junglas impenetrables, bosques de maderas riquísimas, miles de km. de ríos que se comunicaban con otros ríos, y estos a su vez con lagos inmensos,  que corrían hacia cataratas que encogieron el alma de sus descubridores, tanto por su belleza como por el vértigo que daba el contemplar aquellas masas de aguas desbocándose con furia, y con un ruido ensordecedor hacia su precipicio. 
Pues bien, de esos emigrantes, que marcharon para dejar atrás un lugar que, pocas o ninguna expectativa de vida, mas allá de su pequeño terruño, les podía ofrecer, que metieron sus escasas pertenencias en una maleta de cartón y ayudados por alguna lejana referencia, de algún lejano pariente o vecino, quien alguna vez muy de tarde en tarde habría recalado en el pueblo, emprendieron ellos también la aventura de poder conquistar aquello que en su pequeño mundo formaba parte de unos sueños que muy en el fondo no creían que se pudiesen cumplir, fueron estos “Los otros indianos”. 
Foto 1: Familia de la que trata el relato, posando delante de la casa Rosada en Buenos Aires
Seguramente en su cabeza no entraría que podían volver muy ricos, tal vez para ellos su meta mas importante de momento, era conseguir un trabajo, ahorrar un dinero privándose de muchas cosas, y pasados unos años volver a su tierra, a su pueblo, a la pequeña aldea que siempre tenían en su pensamiento, y con los ahorros conseguidos, hacerse una casa, comprar unas fincas, tal vez montar un pequeño negocio, con el que vivir desahogadamente. 
Cierto es que en nuestros pueblos la mayoría conocemos a algunos de estos  emigrantes que marcharon de su pueblo como se dice vulgarmente, con una mano delante y otra detrás, y fuese por tesón y trabajo, fuese por esos golpes de suerte que a veces la vida da, sea por estar en el sitio justo en el momento oportuno, consiguieron cumplir su meta, y con los años, volvían a su pueblo luciendo ostentosamente las ganancias adquiridas.  Pero para estos pocos privilegiados, que consiguieron unas importantes fortunas, fueron muchos mas los miles que llegaron a aquellas tierras de promisión, a  las que solo consiguieron sacarle lo justo para poder vivir, sin muchas estrecheces,  con una vida en la que seguramente no faltaría lo mas necesario, pero una vida en la que la mayoría, sabia que nunca tendrían el dinero necesario para  volver a su tierra y poder vivir de sus ganancias. 
Hoy, en muchas casas se conservan viejos álbumes, con fotos que los años han amarilleado dándole ese color sepia, característico de las fotografías viejas.¡¡Cuantas veces siendo niños, hemos preguntado a nuestros padres al contemplar esas fotos!!  ¿Quienes son esas personas?- Nunca las conocimos, nunca las vimos reír o llorar, nunca oímos su voz, en los pueblos no había teléfonos, por ello nunca les escuchamos una  conversación, ¡¡ Que lejos nos quedaban las actuales modernas tecnologías, que ahora nos ponen el mundo al alcance de la mano, fueron unas vidas solo de recuerdos en la distancia, y en la que esta misma distancia muchas veces también acababa con el recuerdo. 
De aquellos países tan lejanos llegaban, eso si, algunas cartas, eran cartas que al ser contestadas siempre se les preguntaba lo mismo, ¡¡Cuando vais a venir a hacernos una visita!! La respuesta seguramente sería dolorosa, pues a nadie le gusta reconocer que, después de tantos años de ausencia, a la familia no le podían decir que nunca había dinero suficiente para emprender el retorno,  ellos después de todo,  tenían el orgullo suficiente de demostrarle a su gente que allá la vida no era mala, y también para recordarles que su familia también podía ir a visitarles. Desde luego la familia del pueblo no tenía ningún reparo en decirles, que ellos si que no tenían ese dinero  para emprender tan largo viaje, claro que éstos al contrario que aquellos, no habían marchado como ellos a hacer las Américas.
 
Foto 2: Familia de la que trata el relato, posando delante de la casa Rosada en Buenos AiresFue una pariente de una de éstas familias de emigrantes, a la que un día escuché relatarnos, en una de esas conversaciones que a veces surgen, cómo en su familia, siempre se notó la falta de aquellos parientes que nunca mas regresaron. Nos contaba esta buena amiga, cómo pasados los años un hermano suyo, que había estado de joven navegando, un día el barco recaló en un puerto bastante cercano al lugar en el que vivían unos de estos parientes. Por cartas las dos familias estaban periódicamente en contacto, por ello se les había comunicado le fecha aproximada en que dicho barco tocaría puerto. Ante la alegría de estos familiares por poder conocer a uno de sus parientes del pueblo, hicieron las pesquisas necesarias para poder estar allí el día que el barco atracase, y así poder abrazar al único pariente que les sería dado conocer después de tantos años, (este muchacho era hijo de uno de los hermanos que dichos parientes tenían en el pueblo) y aunque joven era unos años mayor, que en la edad en que su tío había marchado del pueblo, por eso es de comprender la emoción que estos sentirían esperando conocerlo. Cuando el muchacho después de una travesía que podía durar meses, recaló otra vez en España, y pudo volver a casa,- nos sigue contando su hermana,- el tema de conversación en su casa dio para mucho tiempo. El recibimiento por parte de aquellos parientes, (su tío se había casado y tenía su propia familia) fue de lo mas entrañable, y durante los pocos días que pudo disfrutar de permiso, las atenciones fueron constantes, las preguntas no daban tregua, querían saberlo todo de la familia del pueblo, de sus vecinos de los mil y un detalles que conservaban en su memoria, al muchacho le parecía imposible que después de tantos años recordasen tantas cosas. Desde luego no hay como estar lejos de las cosas importantes para darle su justo valor. Estos parientes animaron a mi hermano,- nos sigue contando esta amiga,- para que nuestros padres nos dejasen ir, a mi y a el, a vivir en aquel país, desde luego las fotos que este trajo de nuestra familia era una gran tentación, eran unas fotos de una casa muy bonita, con un coche aparcado delante de ella, algo que aquí todavía para muchos era algo impensable, todos ellos sentados en un bonito jardín, con sus caras llenas de sonriente satisfacción, en fin una verdadera tentación para nosotros, -dos hermanos que compartíamos casa con otros muchos hermanos mas,- y para los que una vida llena de trabajos, compartido con el resto de la familia, en nuestro pueblo, del que en muy contadas ocasiones yo había salido, fue algo que para mi era como un sueño, mi hermano, que ya había andado mucho mas mundo que yo, no le puso tampoco ningún reparo a la idea de marchar a aquellas tierras. 
Fueron muchos días de darle vueltas a una situación en la que unos estaban a favor y otros no lo veían tan claro, por lo pronto la situación en las familias en este tiempo ya no era tan incierta como cuando estos emigrantes marcharon de su pueblo, los tiempos estaban cambiando, varios de estos hermanos ya tenían una vida de trabajo autónomo que permitía un desahogo mejor de la familia otros se empezaban a colocar en otros trabajos, que también fueron mejorando su nivel de vida, por todo ello la decisión de marchar a un destino que era bastante incierto no dejó de tenerse en cuenta, al final el que mi padre,- sigue contándonos esta persona,- nos hiciese ver que, por muy bien que parecían vivir nuestros parientes, lo cierto era que con todo lo que añoraban su tierra, nunca habían podido volver a verla, lo que al buen entender de lo razonado por mi padre, -de cuya sensatez no teníamos ninguna duda el resto de la familia,- se impuso el criterio que hoy,  pasados muchos años de este episodio de nuestras vidas, no hemos tenido ninguno de los dos el menor motivo de arrepentimiento. Fue algo que pudo ser y no fue, y de lo que después de tanto tiempo, comprobamos que el destino nos dio en nuestra tierra lo que nunca hemos echado en falta en aquella otra,  lo que si he recordado muchas veces, es lo que dijo mi padre. ¡Ellos no volvieron! 
Hoy los tiempos son otros, nuestro viejo mundo, y el llamado nuevo, se comunican con mucha mas facilidad, la gente que sale a buscarse la vida fuera, es proporcional, o mucho menor, de la que viene a buscársela entre nosotros, todo se ha globalizado enormemente, y la mayoría tiene bastante constancia de los retos que tiene por delante. 
Lo que desde luego es seguro, es que a la mayoría de los que se tienen que buscar la vida en aquellas  naciones y en otras, lo más importante para todos, sería encontrarla en su propia tierra.
 
¡¡Claro que siempre nos quedarán los aventureros!!
 
Dedicado a los que quisieron volver y nunca pudieron.


viernes, 14 de noviembre de 2014

PRESENTACIÓN - "LAS HISTORIAS DE MI VALLE"


Con el título de “LAS HISTORIAS DE MI VALLE” doy comienzo, a unos relatos que espero les gusten, a los muchos lectores que, mes a mes, me han seguido a través de las páginas de la publicación “La Voz del Besaya”. En ellos intentaré seguir contando aquellas historias que jalonaron las vidas en la memoria de todas las gentes que las vivieron, o que con la memoria popular han llegado hasta nuestros días. Son recuerdos que poco a poco se irán perdiendo, porque las gentes que los vivieron nos van faltando, por eso es importante que no se pierdan para siempre.

Hoy la juventud da poca importancia a esos recuerdos, antes sabíamos mas de las cosas de nuestros pueblos, pues fuese por que nos reuníamos mas en familia, o por que vivíamos mas en contacto con nuestros mayores, se nos fueron quedando en nuestra memoria, pero como digo, con el tiempo se irán perdiendo, por ello mes a mes seguiré recavando esos recuerdos que todavía están en las memorias de quienes las vivieron, y procuraré que al leerlo cada uno se sienta un poco mas cercano a esos recuerdos de su valle.

Pues comienzo con un relato de aquellos años en que muchos tuvieron precisamente que dejar su valle para buscar una vida que siempre creyeron mejor lejos de su tierra.