domingo, 13 de diciembre de 2015

UNA HISTORIA NAVIDEÑA

Hola amigos.
Hoy, día de la Inmaculada, me he puesto una vez mas a el ordenador, intentando que la inspiración me ayude, a poder ofreceros un bonito reportage. 
Muchas veces en estos casos, cuando tengo en la mente, mas o menos, algún tema me suele pasar que de repente me viene otro a la cabeza.  Ante la duda de por cual me decido, suelo hacerlo por el que se me ha ocurrido sin pensarlo, pues, aunque no soy nada de supersticiones, ni  historias parecidas, pienso que si me ha venido esa otra idea a la mente, por algo será.
Así que, como la idea que se me ocurrió  fue de algo sobre las navidades,  contaré algo así como un cuento navideño. Seguramente los recuerdos se  entremezclarán , y se antepondrán unos a otros, pero al final el resultado será el mismo, pues todas ellas son vivencias de un tiempo que está alejado en el tiempo, pero que seguramente a muchas de las personas, que al igual que yo las vivió, les parecerá que fue ayer. 


Las navidades son un tiempo en el que mucha gente dice que le resulta triste. Se suelen echar mucho mas en falta a las personas queridas que nos dejaron. También resulta mucho más penoso cuando  a la gente no le van bien las cosas, o más duro todavía, cuando tenemos personas enfermas, sea en casa o en hospitales.
 Todo esto es muy comprensible y cada uno reaccionamos de una forma ante estas situaciones, ( situaciones  por los que todos, en mayor o menor  medida, hemos pasado). Sin embargo hoy mi idea no es contaros cosas que nos hagan entristecer, porque,  de igual modo que de esas situaciones penosas, pocos o ninguno nos habremos librado, es cierto que en igual medida, en el tiempo navideño, también las hemos tenido muy divertidas y alegres.
En las familias de los pueblos, quizás es donde más entrañable sea, y con más alegría se viva  la Navidad, tal vez porque son fechas de reencuentros, y que al no tener toda la parafernalia que se organiza en las ciudades, con sus espectaculares iluminaciones, sus mercadillos callejeros, sus escaparates repletos de regalos, y su incansable bullicio, aquí en nuestros pueblos vivimos estas fiestas con la alegría de nuestros visitantes nuestros amigos, y los familiares que tengan la suerte de poderlas pasar con nosotros, pero incluso siendo todavía fiestas muy de pueblo, no son ni de lejos aquellas navidades que yo recuerdo de mis años de niñez y primera juventud.
Yo recuerdo unas navidades en las que el sueño infantil comenzaba con un día como el de hoy. En aquellos años, el día de la Inmaculada se celebraba también el día de la madre, y ya en las escuelas nuestras maestras y maestros, nos enseñaban como hacerle un regalo a nuestras madres confeccionado por nosotros mismos, solía ser una especie de cuaderno- albun en cuyas tapas dibujábamos, con mayor o menor ingenio, algo alusivo a nuestra madre- Dentro de ese albun , pegábamos unas flores que previamente habíamos dejado secarse entre las hojas de algún libro, también podíamos poner alguna foto hecha por nuestras maestras, de alguna excursión, que nos habrían llevado, aunque esto era algo muy novedoso, pues seguramente pocas de nuestras maestras podrían disponer de cámara fotográfica, por muy rudimentaria que esta fuese, pero que yo recuerde alguna vez si pudimos pegar algunas fotos, aunque lo que más poníamos, eran dibujos con cosas del día a día de nuestro tiempo escolar.
Después de esta fecha, que como digo era para todas nosotras un preámbulo a las navidades, que cada día teníamos más cercanas, en la escuela también nos ensayaban villancicos, y se nos contaban en las catequesis historias referentes al tiempo navideño, por todo ello, aunque aun faltasen muchos días el espíritu navideño lo vivíamos con antelación. En ese tiempo a nuestras casas, solían llegar unos cuadernos propagandísticos, de los más importantes almacenes españoles, venían con el correo, y eran “releídos” por todos los de la casa, desde los mayores a los más pequeños. Siempre eran de los almacenes madrileños de “Galerías Preciados”, y de alguno más, creo recordar de unos que se llamaban, “Almacenes Sepu”.  Aquellas revistas propagandísticas, nos alegraban mucho en el tiempo, previo a la Navidad

 Mostraban un sinfín de productos, tales como regalos, turrones, toda clase de dulce, que ni soñábamos que sabor tendrían, también ropa muy moderna, creo que algunos muebles…  Pero sobre todo nos mostraba algo que a los críos nos entusiasmaba, por encima de todo, unos preciosos nacimientos con toda clase de figuritas, sus Reyes Magos, el palacio de Herodes, la Virgen, San José, y el niño, así como la mula y el buey, estos por supuesto dentro del precioso portal de Belén. Por descontado, ni  se nos pasaba ni por la cabeza que nuestros padres nos pudiesen comprar de aquellos catálogos ninguna de aquellas figuritas que se eshibian en sus páginas, pero nos servían de modelos para, con mucha paciencia y mucho ingenio, nosotras las dibujásemos en unos papeles acartonados, que luego recortábamos, dejándoles un poco de base para que sostuviesen de pié. Y después sobre una tabla que cubríamos con musgo decorábamos aquel nacimiento tan artesanal que una vez colocada cada cosa en su sitio no quedaba nada mal, les colocábamos sus montañas, con rocas que tuviesen esa forma, y luego con un poco de harina que esparcíamos por encima, daban la sensación de nieve, tampoco faltaba su río para lo cual utilizábamos aquel papel de plata que envolvía las tabletas del chocolate.  En fin que ingenio no nos faltaba, y lo cierto es que eran unos nacimientos la mar de logrados.

Pero la estrella de aquellos cuadernos – catálogos, eran los juguetes. Unos juguetes que nos hacían soñar con uno de los días más importante de las navidades. La Cabalgata.  En eso los críos de la cuenca del Nansa sí que fuimos afortunados. La Empresa Saltos del Nansa preparaba todos los años una preciosa cabalgata, que creo que pasaba por todos los pueblos donde tenían sus Centrales. ¡¡¡Bueno para que voy a decirles lo que aquello suponía para unos niños, de unos pueblos,  que en la vida habrían soñado con ver algo así en sus pueblos en aquellos años. ¡!!! Creo que nunca agradeceremos bastante, a una Empresa como la de Saltos del Nansa, que hubiesen hecho tan felices a unas cuantas generaciones de críos, en una comarca como la nuestra, aquellas colas de niños en fila, siendo “muy buenos” que era lo que todos les decíamos a aquellos Reyes Magos, tan elegantes , tan señoriales, con sus coronas relucientes, sus preciosos vestidos y sus imponentes capas bordeadas de armiño. Nunca será pagado por aquellos padres el ver a sus hijos enloquecidos de entusiasmo y emoción, relatarles a los Reyes Magos, lo que desearían que esa noche le dejasen en sus balcones y ventanas. Era tal la emoción que muy pocos recordábamos lo que nos hubiese gustado que nos regalasen, ellos como buenos sicólogos, ya nos advertían que no teníamos que pedir demasiadas cosas, que los niños del mundo eran muchos, y que tenían que repartir los juguetes para que les llegasen a todos. 



  Cuando los de Oriente se despedían de toda la gente de los tres pueblos del Concejo, que habían venido a recibirlos con sus numerosas proles, entre los aplausos a sus Majestades , los críos nos retirábamos con nuestros padres a nuestras casas, para ver si el tiempo corría rápido, y así  los Reyes hiciesen pronto su recorrido hasta llegar a nuestras casas. No eran tiempos en que en las familias sobrase el dinero,  para emplearlo en comprar juguetes a los niños,  pero tengo en el recuerdo que nuestros padres nunca dejaron de “pedirles” a los Reyes algún regalo para sus hijas. Incomprensiblemente,  para mí y mis hermanas que siempre tuvimos alguno, el que al día siguiente , algún niño condiscípulo nuestro, nos dijese, que por su casa no habían pasado, nos parecía una tremenda crueldad. ¡¡Como era posible que unos Reyes tan ricos y tan cariñosos con nosotros, se pudiesen olvidar de algún crio en una noche como aquella.!! Esto era muy triste pero lo cierto que a algunos niños solo les habían dejado, algunos calcetines, unas nueces o unas castañas o manzanas. No se puede juzgar a nadie, pero algunas veces solo consistía en una gran falta de sensibilidad, pues los niños, cualquiera de ellos, se habría conformado con cualquier juguete de fabricación casera.
                           

 Durante ese tiempo previo a la navidad, en nuestras Iglesias , si que los nacimientos tenían un gran protagonismo, y aquí las figuras que componían el Belén, eran unas preciosas figuras de una fina cerámica , creo que estas figuras tenían una gran antigüedad, por eso las catequistas y demás personas encargadas  de colocar el nacimiento, no cesaban de repetirnos que tuviésemos mucho cuidado con ellas, lo cierto era que fuese porque nos encargábamos de recogerles el musgo y las rocas, para ambientar las montañas, a los críos nos dejaban participar en su decoración, y desde luego esto si que lo hacíamos con mucho entusiasmo.  
Un tiempo antes, pero por esas fechas navideñas, en nuestras casas entraba, como un extra, el economato” regalado” esto, como ya he explicado en alguna ocasión, consistía en los lotes de productos alimenticios que la empresa minera en la que trabajaban la mayoría de los hombres de nuestro pueblo, por estas fechas, premiaba a sus empleados, -como si de una moderna cesta navideña se tratase,-   Y consistía en incluir por triplicado de los principales productos básicos en la alimentación, todo lo que normalmente se adquiría mes a mes, en la tienda de la empresa, como paquetes de café, de azúcar, arroz, alubias, garbanzos… galletas chocolate …etc etc,  además de latas de bonito, de sardinas, de calamares… así como botes de melocotones o de leche condensada… todo un estupendo lote de comestibles, que al ser por triplicado para cada miembro de la familia, y dado que lo que más abundaban eran miembros en las familias en aquellos años, se puede uno hacer una idea de lo felices que hacían a nuestras madres la entrega de estos productos.
 Ccuando pasados los años, se impuso la paga extraordinaria, suprimiéndose para siempre el regalo de estos productos,  y aunque bien es cierto que por las navidades se notó su falta, pocos o ninguno la cambiarían por el “economato regalado,” pues aunque esta paga sería acorde con el sueldo del mes, en las familias una entrada doble de dinero, por poco que fuese la paga mensual,  era un extra que les venía a solucionar otros problemas tal vez muy acuciantes. Los productos regalados, aunque venían muy bien, no irían mas allá de ( como mucho en aquellos años)unas 500 pts, eso en las familias más numerosas. El sueldo de un obrero normal, sin ninguna categoría,- pues los había que ganaban bastante más-, seria de unas 3000 pts, como mucho, algo mas si habían tenido alguna contrata adicional,- que las solían tener.- Esto en los años que estoy hablando , que pasarán de los 55.  Sin embargo aquel “economato regalado” fue recordado durante muchos años.
Después de esto los días corrían deprisa, aunque a los pequeños se nos hacían muy largos. Y  llegaba la nochebuena.   Qué maravilla. Era una noche bastante especial, y no porque en nuestras casas tuviésemos los manjares que con los años se están introduciendo en nuestros menús, que bien mirado hasta apetecería cambiarlos por aquella tortilla enorme de patatas que hacía mi madre, hecha con huevos caseros, junto a unas latas de aquellas sardinas y bonito “regalado.”



 Como postre se habrían unas latas de melocotones, también de los “ regalados”, y como anécdota recuerdo que mi padre siempre nos decía, que a él le dejásemos el zumo de los botes, y los melocotones para todas nosotras, aunque siempre le dábamos un trozo  de melocotón para que lo probase, y como éramos unas cuantas , al final no salía nada mal . En aquel tiempo todavía no habían nacido los más pequeños, Manuel Antonio, e Isabel, bueno Isa para todos. Algo  que no quiero echar en olvido, era del  “ cachuco” de turrón que nos daban como postre,- y eso si que era un gran lujo,-  también iba incluido en el “economato regalado” de la mina, como todavía no éramos muchos, ( mis padres y cuatro hermanas), se guardaba un trozo de turrón de cada tableta, ( duro y blando) para la Nochevieja , hay que entender que estas tabletas eran como dos veces más que las mejores de ahora, y como también les llevábamos un poco a los abuelos …. Pues los trozos se comprende  que eran bastante pequeños , pero era turrón al fin y al cabo.  Hoy contado así,  parece increíble, pero les aseguro que si de algo tengo memoria es de lo vivido en las nochebuenas  en aquellos años.  De lo que se ponía “fino”mi padre era de las torrijas que esa noche hacía mi madre, eran unas hermosas fuentes de torrijas, de las que mi padre no perdonaba unas cuántas , nosotras ya bastante llenas no les hacíamos demasiado caso, eso si, al día siguiente las devorábamos en el desayuno.

Un recuerdo que tengo muy presente de aquellos años, era que antes de la Misa del gallo, pasábamos por casa de mis abuelos, tengo que decir que aunque la nochebuena la solíamos pasar en casa de mis padres, no era raro que mi hermana Carmina o yo nos quedásemos a cenar en casa de nuestros abuelos, pues como nos criamos con ellos, siempre estábamos a porfía para quedarnos en su casa, y no por que estuviesen solos, pues en aquella época mi tío Chucho, estaba en casa, soltero y sin compromiso.   Pero si no era así lo que hacíamos era cenar con mis padres y después de la Misa del gallo una o la otra ya dormíamos en su casa. Mis abuelos recogían siempre muchas castañas , tenían barios y buenos castañares, y en aquellos años no se desperdiciaba nada, solían salir un día en el tiempo de la recogida, a “varearlos.” A la gente del pueblo no hace falta explicarles en qué consistía dicho “vareo” pues como su propio nombre indica, era mover con fuerza las ramas del castañar , con unas varas muy largas para hacerlas caer junto con el erizo, así una vez reunidas se las apilaba en  alguna cuadra en el pueblo, para posteriormente sacarlas del erizo, y comerlas bien,- asadas
 o cocidas,- a este proceso de apilamiento,  le llamábamos el “carril,” y era una forma de que conservando el fruto dentro de su cáscara, no se quedasen endurecidas por el paso de los días, y así poder comer castañas durante un largo tiempo. Pues bien esto viene a cuento de que como la misa del gallo era a las doce de la noche, y en mi familia ( y creo que en todas las familias del pueblo) el asistir a la misa era casi sagrado, mientras llegaba la hora, solían ir llegando mis otros tíos y tías, a pasar un rato en la cocina de los abuelos, lo que hacía que ya mi tío o mi abuelo habría escogido un buen lote de castañas que estarían asándose en el viejo “tambor” agujereado , dándoles continuamente vueltas para que se asasen todas por igual.
Y allí una vez volcadas las castañas en el mismo suelo de aquella cocina cuya “campana “ se alargaba de pared a pared, teniendo en el centro  el hueco de la chimenea, y colgada de ella, la gran cadena, y “regero” en cuyo centro, justo encima del fuego, y a la altura de este que conviniera, se colgaba cualquier utensilio que se necesitase, que lo mismo podía ser una caldera para “boronos”, como en este caso el tambor de las castañas.  Sentados en los bancos de madera y en los pequeños “tajucos” entre charlas de los mayores, yo con los años he aprendido a valorar una vida muy sencilla pero muy auténtica.   Siempre he echado en falta la pérdida de aquel “tambor” que con los años y otros avatares de la vida desapareció de casa de mis abuelos. La muerte prematura de la abuela Luisa, y el posterior cierre de la casa , al trasladarse mi abuelo y mi tío a casa de mis padres , propicio que pasados los años, cuando mi tío Chucho remodeló esa casa, muchas cosas se perdieran para siempre, nadie daba demasiada importancia a cosas que parecían inservibles. Una pena. Como también he echado en falta aquellos villancicos cantados al son de las panderetas del coro de muchachas y muchachos del pueblo, ¡¡Que emocionante y que alegre el estampido de aquellas panderetas, y aquel sonido de la cuchara sobre la botella labrada al comienzo de la misa, ¡¡Quien no ha vivido unas navidades como aquellas, nunca lo podrán entender!!  Y el momento en que acabada la misa todos salían a la adoración del Niño.  


Con cuanto respeto aquellos hombres y mujeres,   jóvenes y mayores,  en fila, acudían a besar a un niño que para todos nosotros representaba el mejor espíritu navideño.  Podemos pensar en estos tiempos de tantos adelantos, en esta generación de altísima tecnología,- que a mí  misma me deja pasmada ,- pues… cúando  yo soñé que un día estaría contando estas vivencias a través de un moderno artilugio que en aquellos años nos sonarían a ciencia ficción. También que aquello es un tiempo pasado de moda , y que poco o nada nos puede aportar ahora. En un tiempo que corre tan deprisa,  en el que  cada día, están saliendo novedades que casi dan vértigo, todo esto  eran tradiciones arcaicas, que solo las vivían gentes muy crédulas ,  que habíamos visto poco mundo. Bueno soy de la idea que cada uno piense lo que quiera, lo que no me podrá quitar nadie, es el pensar que por muchos adelantos que halla, - y  que en gran medida son muy necesarios,- que la gente no es más feliz de lo que lo éramos en aquellos pasados años tal vez mucho mas trabajados no cabe duda , pero no más felices.
Volviendo a los recuerdos navideños,  con los años estas fiestas en el pueblo de Celis fueron a mas.  La gente cuando salía de la misa del gallo se juntaba en los bares del pueblo( que nunca cerraban), a pasar un rato de tertulia, pues el ambiente festivo les quitaba las ganas de retirarse a sus casas, y de esta forma, se fue imponiendo la costumbre del “trasnocheo.” Los dueños de los bares, por ser las noches que eran, se sentían rumbosos , y convidaban a sus parroquianos a un pocillo de  chocolate  que a aquellas horas, y con la “raspa” que caía les sabía a gloria, todos repetían, pero el tabernero no perdía la noche, pues después del chocolate se tomaban unas buenas copas, pero estas claro está, por cuenta del cliente.
   Con los años la juventud que empezábamos a despuntar, le pedíamos a Memes, el dueño del salón de baile del pueblo, que nos pusiese el tocadiscos, y Memes que era la persona más complaciente que haya habido, -sobre todo en un negocio como el que el regentaba junto a su mujer Remedios,  bar  tienda para todo, y salón de baile, un salón al que llamamos siempre, en los años que duró su andadura, “El Portalón” y Memes no  dudaba en ponernos los modernos discos en aquel también moderno tocadiscos, costeado por él, para que la juventud de Celis tuviese, durante muchas décadas, el mejor lugar de diversión y esparcimiento. Un “Portalón” que con los años, se convirtió en un modernísimo salón de baile ,que en nada desmerecía con cualquiera de las salas de fiesta, de cualquier capital. Pero esta ya es otra historia .
Y,  como esa  historia ya forma parte de otro tiempo, la dejaremos reposar, pues de lo que se trataba en este relato navideño, es de que toda la gente que no lo vivió conozca un poco como la vivimos los que en aquellos años éramos unos críos que poco a poco nos fuimos haciendo  mayores, y que estos recuerdos de aquel tiempo pasado se sepan,  pues, son la historia de los padres y abuelos de la generación actual, que  también con el tiempo,  formará  parte de nuestra historia, de la historia de su pueblo.  Pero… ¿formará también parte de otra historia Navideña?                
                            UN SALUDO  DE MARY PÉREZ.   DE CELIS