Hoy, día de la Inmaculada, me he
puesto una vez mas a el ordenador, intentando que la inspiración me ayude, a
poder ofreceros un bonito reportage.
Muchas veces en estos casos, cuando tengo en la mente, mas o menos,
algún tema me suele pasar que de repente me viene otro a la cabeza. Ante la duda de por cual me decido, suelo
hacerlo por el que se me ha ocurrido sin pensarlo, pues, aunque no soy nada de
supersticiones, ni historias parecidas,
pienso que si me ha venido esa otra idea a la mente, por algo será.
Así que, como la idea que se me
ocurrió fue de algo sobre las navidades,
contaré algo así como un cuento
navideño. Seguramente los recuerdos se
entremezclarán , y se antepondrán unos a otros, pero al final el
resultado será el mismo, pues todas ellas son vivencias de un tiempo que está
alejado en el tiempo, pero que seguramente a muchas de las personas, que al
igual que yo las vivió, les parecerá que fue ayer.
Las navidades son un tiempo en el
que mucha gente dice que le resulta triste. Se suelen echar mucho mas en falta
a las personas queridas que nos dejaron. También resulta mucho más penoso
cuando a la gente no le van bien las
cosas, o más duro todavía, cuando tenemos personas enfermas, sea en casa o en
hospitales.
Todo esto es muy comprensible y cada uno
reaccionamos de una forma ante estas situaciones, ( situaciones por los que todos, en mayor o menor medida, hemos pasado). Sin embargo hoy mi
idea no es contaros cosas que nos hagan entristecer, porque, de igual modo que de esas situaciones
penosas, pocos o ninguno nos habremos librado, es cierto que en igual medida,
en el tiempo navideño, también las hemos tenido muy divertidas y alegres.
En las familias de los pueblos,
quizás es donde más entrañable sea, y con más alegría se viva la Navidad, tal vez porque son fechas de
reencuentros, y que al no tener toda la parafernalia que se organiza en las
ciudades, con sus espectaculares iluminaciones, sus mercadillos callejeros, sus
escaparates repletos de regalos, y su incansable bullicio, aquí en nuestros
pueblos vivimos estas fiestas con la alegría de nuestros visitantes nuestros
amigos, y los familiares que tengan la suerte de poderlas pasar con nosotros,
pero incluso siendo todavía fiestas muy de pueblo, no son ni de lejos aquellas
navidades que yo recuerdo de mis años de niñez y primera juventud.
Yo recuerdo unas navidades en las
que el sueño infantil comenzaba con un día como el de hoy. En aquellos años, el
día de la Inmaculada se celebraba también el día de la madre, y ya en las escuelas
nuestras maestras y maestros, nos enseñaban como hacerle un regalo a nuestras
madres confeccionado por nosotros mismos, solía ser una especie de cuaderno-
albun en cuyas tapas dibujábamos, con mayor o menor ingenio, algo alusivo a nuestra
madre- Dentro de ese albun , pegábamos unas flores que previamente habíamos
dejado secarse entre las hojas de algún libro, también podíamos poner alguna
foto hecha por nuestras maestras, de alguna excursión, que nos habrían llevado,
aunque esto era algo muy novedoso, pues seguramente pocas de nuestras maestras
podrían disponer de cámara fotográfica, por muy rudimentaria que esta fuese, pero
que yo recuerde alguna vez si pudimos pegar algunas fotos, aunque lo que más
poníamos, eran dibujos con cosas del día a día de nuestro tiempo escolar.
Después de esta fecha, que como
digo era para todas nosotras un preámbulo a las navidades, que cada día
teníamos más cercanas, en la escuela también nos ensayaban villancicos, y se
nos contaban en las catequesis historias referentes al tiempo navideño, por
todo ello, aunque aun faltasen muchos días el espíritu navideño lo vivíamos con
antelación. En ese tiempo a nuestras casas, solían llegar unos cuadernos
propagandísticos, de los más importantes almacenes españoles, venían con el correo,
y eran “releídos” por todos los de la casa, desde los mayores a los más
pequeños. Siempre eran de los almacenes madrileños de “Galerías Preciados”, y
de alguno más, creo recordar de unos que se llamaban, “Almacenes Sepu”. Aquellas revistas propagandísticas, nos
alegraban mucho en el tiempo, previo a la Navidad
Mostraban un sinfín de productos,
tales como regalos, turrones, toda clase de dulce, que ni soñábamos que sabor
tendrían, también ropa muy moderna, creo que algunos muebles… Pero sobre todo nos mostraba algo que a los
críos nos entusiasmaba, por encima de todo, unos preciosos nacimientos con toda
clase de figuritas, sus Reyes Magos, el palacio de Herodes, la Virgen, San
José, y el niño, así como la mula y el buey, estos por supuesto dentro del
precioso portal de Belén. Por descontado, ni se nos pasaba ni por la cabeza que nuestros
padres nos pudiesen comprar de aquellos catálogos ninguna de aquellas figuritas
que se eshibian en sus páginas, pero nos servían de modelos para, con mucha paciencia
y mucho ingenio, nosotras las dibujásemos en unos papeles acartonados, que
luego recortábamos, dejándoles un poco de base para que sostuviesen de pié. Y
después sobre una tabla que cubríamos con musgo decorábamos aquel nacimiento
tan artesanal que una vez colocada cada cosa en su sitio no quedaba nada mal,
les colocábamos sus montañas, con rocas que tuviesen esa forma, y luego con un
poco de harina que esparcíamos por encima, daban la sensación de nieve, tampoco
faltaba su río para lo cual utilizábamos aquel papel de plata que envolvía las
tabletas del chocolate. En fin que
ingenio no nos faltaba, y lo cierto es que eran unos nacimientos la mar de
logrados.
Pero la estrella de aquellos
cuadernos – catálogos, eran los juguetes. Unos juguetes que nos hacían soñar
con uno de los días más importante de las navidades. La Cabalgata. En eso los críos de la cuenca del Nansa sí
que fuimos afortunados. La Empresa Saltos del Nansa preparaba todos los años
una preciosa cabalgata, que creo que pasaba por todos los pueblos donde tenían
sus Centrales. ¡¡¡Bueno para que voy a decirles lo que aquello suponía para
unos niños, de unos pueblos, que en la
vida habrían soñado con ver algo así en sus pueblos en aquellos años. ¡!!! Creo
que nunca agradeceremos bastante, a una Empresa como la de Saltos del Nansa,
que hubiesen hecho tan felices a unas cuantas generaciones de críos, en una
comarca como la nuestra, aquellas colas de niños en fila, siendo “muy buenos”
que era lo que todos les decíamos a aquellos Reyes Magos, tan elegantes , tan
señoriales, con sus coronas relucientes, sus preciosos vestidos y sus
imponentes capas bordeadas de armiño. Nunca será pagado por aquellos padres el
ver a sus hijos enloquecidos de entusiasmo y emoción, relatarles a los Reyes
Magos, lo que desearían que esa noche le dejasen en sus balcones y ventanas.
Era tal la emoción que muy pocos recordábamos lo que nos hubiese gustado que
nos regalasen, ellos como buenos sicólogos, ya nos advertían que no teníamos
que pedir demasiadas cosas, que los niños del mundo eran muchos, y que tenían
que repartir los juguetes para que les llegasen a todos.
Cuando los de Oriente se despedían de toda
la gente de los tres pueblos del Concejo, que habían venido a recibirlos con
sus numerosas proles, entre los aplausos a sus Majestades , los críos nos
retirábamos con nuestros padres a nuestras casas, para ver si el tiempo corría
rápido, y así los Reyes hiciesen pronto
su recorrido hasta llegar a nuestras casas. No eran tiempos en que en las
familias sobrase el dinero, para emplearlo
en comprar juguetes a los niños, pero
tengo en el recuerdo que nuestros padres nunca dejaron de “pedirles” a los
Reyes algún regalo para sus hijas. Incomprensiblemente, para mí y mis hermanas que siempre tuvimos
alguno, el que al día siguiente , algún niño condiscípulo nuestro, nos dijese,
que por su casa no habían pasado, nos parecía una tremenda crueldad. ¡¡Como era
posible que unos Reyes tan ricos y tan cariñosos con nosotros, se pudiesen
olvidar de algún crio en una noche como aquella.!! Esto era muy triste pero lo
cierto que a algunos niños solo les habían dejado, algunos calcetines, unas
nueces o unas castañas o manzanas. No se puede juzgar a nadie, pero algunas
veces solo consistía en una gran falta de sensibilidad, pues los niños,
cualquiera de ellos, se habría conformado con cualquier juguete de fabricación
casera.
Durante ese tiempo previo a la navidad, en
nuestras Iglesias , si que los nacimientos tenían un gran protagonismo, y aquí
las figuras que componían el Belén, eran unas preciosas figuras de una fina
cerámica , creo que estas figuras tenían una gran antigüedad, por eso las
catequistas y demás personas encargadas de colocar el nacimiento, no cesaban de
repetirnos que tuviésemos mucho cuidado con ellas, lo cierto era que fuese porque
nos encargábamos de recogerles el musgo y las rocas, para ambientar las
montañas, a los críos nos dejaban participar en su decoración, y desde luego
esto si que lo hacíamos con mucho entusiasmo.
Un tiempo antes, pero por esas
fechas navideñas, en nuestras casas entraba, como un extra, el economato”
regalado” esto, como ya he explicado en alguna ocasión, consistía en los lotes
de productos alimenticios que la empresa minera en la que trabajaban la mayoría
de los hombres de nuestro pueblo, por estas fechas, premiaba a sus empleados, -como
si de una moderna cesta navideña se tratase,-
Y consistía en incluir por triplicado de los principales productos
básicos en la alimentación, todo lo que normalmente se adquiría mes a mes, en
la tienda de la empresa, como paquetes de café, de azúcar, arroz, alubias,
garbanzos… galletas chocolate …etc etc, además de latas de bonito, de sardinas, de
calamares… así como botes de melocotones o de leche condensada… todo un
estupendo lote de comestibles, que al ser por triplicado para cada miembro de
la familia, y dado que lo que más abundaban eran miembros en las familias en
aquellos años, se puede uno hacer una idea de lo felices que hacían a nuestras
madres la entrega de estos productos.
Ccuando pasados los años, se impuso la paga
extraordinaria, suprimiéndose para siempre el regalo de estos productos, y aunque bien es cierto que por las navidades
se notó su falta, pocos o ninguno la cambiarían por el “economato regalado,”
pues aunque esta paga sería acorde con el sueldo del mes, en las familias una
entrada doble de dinero, por poco que fuese la paga mensual, era un extra que les venía a solucionar otros
problemas tal vez muy acuciantes. Los productos regalados, aunque venían muy
bien, no irían mas allá de ( como mucho en aquellos años)unas 500 pts, eso en
las familias más numerosas. El sueldo de un obrero normal, sin ninguna
categoría,- pues los había que ganaban bastante más-, seria de unas 3000 pts,
como mucho, algo mas si habían tenido alguna contrata adicional,- que las
solían tener.- Esto en los años que estoy hablando , que pasarán de los 55. Sin embargo aquel “economato regalado” fue
recordado durante muchos años.
Después de esto los días corrían
deprisa, aunque a los pequeños se nos hacían muy largos. Y llegaba la nochebuena. Qué
maravilla. Era una noche bastante especial, y no porque en nuestras casas
tuviésemos los manjares que con los años se están introduciendo en nuestros
menús, que bien mirado hasta apetecería cambiarlos por aquella tortilla enorme
de patatas que hacía mi madre, hecha con huevos caseros, junto a unas latas de
aquellas sardinas y bonito “regalado.”
Como postre se habrían unas latas de
melocotones, también de los “ regalados”, y como anécdota recuerdo que mi padre
siempre nos decía, que a él le dejásemos el zumo de los botes, y los
melocotones para todas nosotras, aunque siempre le dábamos un trozo de melocotón para que lo probase, y como
éramos unas cuantas , al final no salía nada mal . En aquel tiempo todavía no
habían nacido los más pequeños, Manuel Antonio, e Isabel, bueno Isa para todos.
Algo que no quiero echar en olvido, era
del “ cachuco” de turrón que nos daban
como postre,- y eso si que era un gran lujo,-
también iba incluido en el “economato regalado” de la mina, como todavía
no éramos muchos, ( mis padres y cuatro hermanas), se guardaba un trozo de
turrón de cada tableta, ( duro y blando) para la Nochevieja , hay que entender
que estas tabletas eran como dos veces más que las mejores de ahora, y como
también les llevábamos un poco a los abuelos …. Pues los trozos se
comprende que eran bastante pequeños ,
pero era turrón al fin y al cabo. Hoy
contado así, parece increíble, pero les
aseguro que si de algo tengo memoria es de lo vivido en las nochebuenas en aquellos años. De lo que se ponía “fino”mi padre era de las
torrijas que esa noche hacía mi madre, eran unas hermosas fuentes de torrijas,
de las que mi padre no perdonaba unas cuántas , nosotras ya bastante llenas no
les hacíamos demasiado caso, eso si, al día siguiente las devorábamos en el
desayuno.
Un recuerdo que tengo muy
presente de aquellos años, era que antes de la Misa del gallo, pasábamos por
casa de mis abuelos, tengo que decir que aunque la nochebuena la solíamos pasar
en casa de mis padres, no era raro que mi hermana Carmina o yo nos quedásemos a
cenar en casa de nuestros abuelos, pues como nos criamos con ellos, siempre
estábamos a porfía para quedarnos en su casa, y no por que estuviesen solos,
pues en aquella época mi tío Chucho, estaba en casa, soltero y sin compromiso. Pero si
no era así lo que hacíamos era cenar con mis padres y después de la Misa del
gallo una o la otra ya dormíamos en su casa. Mis abuelos recogían siempre
muchas castañas , tenían barios y buenos castañares, y en aquellos años no se
desperdiciaba nada, solían salir un día en el tiempo de la recogida, a
“varearlos.” A la gente del pueblo no hace falta explicarles en qué consistía
dicho “vareo” pues como su propio nombre indica, era mover con fuerza las ramas
del castañar , con unas varas muy largas para hacerlas caer junto con el erizo,
así una vez reunidas se las apilaba en
alguna cuadra en el pueblo, para posteriormente sacarlas del erizo, y
comerlas bien,- asadas
o cocidas,- a este proceso de apilamiento, le llamábamos el “carril,” y era una forma de
que conservando el fruto dentro de su cáscara, no se quedasen endurecidas por
el paso de los días, y así poder comer castañas durante un largo tiempo. Pues
bien esto viene a cuento de que como la misa del gallo era a las doce de la
noche, y en mi familia ( y creo que en todas las familias del pueblo) el
asistir a la misa era casi sagrado, mientras llegaba la hora, solían ir llegando
mis otros tíos y tías, a pasar un rato en la cocina de los abuelos, lo que hacía
que ya mi tío o mi abuelo habría escogido un buen lote de castañas que estarían
asándose en el viejo “tambor” agujereado , dándoles continuamente vueltas para
que se asasen todas por igual.
Y allí una vez volcadas las castañas en el mismo
suelo de aquella cocina cuya “campana “ se alargaba de pared a pared, teniendo
en el centro el hueco de la chimenea, y
colgada de ella, la gran cadena, y “regero” en cuyo centro, justo encima del
fuego, y a la altura de este que conviniera, se colgaba cualquier utensilio que
se necesitase, que lo mismo podía ser una caldera para “boronos”, como en este
caso el tambor de las castañas. Sentados
en los bancos de madera y en los pequeños “tajucos” entre charlas de los mayores,
yo con los años he aprendido a valorar una vida muy sencilla pero muy
auténtica. Siempre he echado en falta la pérdida de aquel
“tambor” que con los años y otros avatares de la vida desapareció de casa de
mis abuelos. La muerte prematura de la abuela Luisa, y el posterior cierre de
la casa , al trasladarse mi abuelo y mi tío a casa de mis padres , propicio que
pasados los años, cuando mi tío Chucho remodeló esa casa, muchas cosas se
perdieran para siempre, nadie daba demasiada importancia a cosas que parecían
inservibles. Una pena. Como también he echado en falta aquellos villancicos
cantados al son de las panderetas del coro de muchachas y muchachos del pueblo,
¡¡Que emocionante y que alegre el estampido de aquellas panderetas, y aquel
sonido de la cuchara sobre la botella labrada al comienzo de la misa, ¡¡Quien
no ha vivido unas navidades como aquellas, nunca lo podrán entender!! Y el momento en que acabada la misa todos
salían a la adoración del Niño.
Con
cuanto respeto aquellos hombres y mujeres,
jóvenes y mayores, en fila,
acudían a besar a un niño que para todos nosotros representaba el mejor
espíritu navideño. Podemos pensar en
estos tiempos de tantos adelantos, en esta generación de altísima tecnología,-
que a mí misma me deja pasmada ,- pues…
cúando yo soñé que un día estaría
contando estas vivencias a través de un moderno artilugio que en aquellos años
nos sonarían a ciencia ficción. También que aquello es un tiempo pasado de moda
, y que poco o nada nos puede aportar ahora. En un tiempo que corre tan deprisa, en el que cada día, están saliendo novedades que casi
dan vértigo, todo esto eran tradiciones
arcaicas, que solo las vivían gentes muy crédulas , que habíamos visto poco mundo. Bueno soy de la
idea que cada uno piense lo que quiera, lo que no me podrá quitar nadie, es el
pensar que por muchos adelantos que halla, - y que en gran medida son muy necesarios,- que la
gente no es más feliz de lo que lo éramos en aquellos pasados años tal vez
mucho mas trabajados no cabe duda , pero no más felices.
Volviendo a los recuerdos
navideños, con los años estas fiestas en
el pueblo de Celis fueron a mas. La
gente cuando salía de la misa del gallo se juntaba en los bares del pueblo( que
nunca cerraban), a pasar un rato de tertulia, pues el ambiente festivo les
quitaba las ganas de retirarse a sus casas, y de esta forma, se fue imponiendo
la costumbre del “trasnocheo.” Los dueños de los bares, por ser las noches que
eran, se sentían rumbosos , y convidaban a sus parroquianos a un pocillo
de chocolate que a aquellas horas, y con la “raspa” que
caía les sabía a gloria, todos repetían, pero el tabernero no perdía la noche,
pues después del chocolate se tomaban unas buenas copas, pero estas claro está,
por cuenta del cliente.
Con los años la juventud que empezábamos a despuntar, le pedíamos a
Memes, el dueño del salón de baile del pueblo, que nos pusiese el tocadiscos, y
Memes que era la persona más complaciente que haya habido, -sobre todo en un
negocio como el que el regentaba junto a su mujer Remedios, bar tienda para todo, y salón de baile, un salón
al que llamamos siempre, en los años que duró su andadura, “El Portalón” y
Memes no dudaba en ponernos los modernos
discos en aquel también moderno tocadiscos, costeado por él, para que la
juventud de Celis tuviese, durante muchas décadas, el mejor lugar de diversión
y esparcimiento. Un “Portalón” que con los años, se convirtió en un modernísimo
salón de baile ,que en nada desmerecía con cualquiera de las salas de fiesta,
de cualquier capital. Pero esta ya es otra historia .
Y, como esa historia ya forma parte de otro tiempo, la
dejaremos reposar, pues de lo que se trataba en este relato navideño, es de que
toda la gente que no lo vivió conozca un poco como la vivimos los que en
aquellos años éramos unos críos que poco a poco nos fuimos haciendo mayores, y que estos recuerdos de aquel
tiempo pasado se sepan, pues, son la
historia de los padres y abuelos de la generación actual, que también con el tiempo, formará parte de nuestra historia, de la historia de
su pueblo. Pero… ¿formará también parte
de otra historia Navideña?
UN SALUDO DE MARY PÉREZ. DE CELIS